domingo, 31 de enero de 2010

"Mejor con dos" Capítulo VI

En la isla hacía buen tiempo, y allí estaba yo provisto de poco equipaje y unas sanas intenciones de descansar, tomar el sol y meditar acerca de los aspectos más inconsecuentes de mi agitada vida. Pero, como de costumbre, las intenciones son unas y los hechos son otros. 

Ibiza estaba tranquila y no se veía aglomeración de gente por ninguna parte. El calor también era moderado y el cielo lucía despejado y limpio. La primera noche cenamos en uno de los restaurantes preferidos de Oscar, bastante bueno y caro, y tras coquetear con un mulatito que cenaba con otro tío en la mesa de al lado y que Oscar se metiese con el camarero, salimos del local con el cuerpo pidiéndonos marcha, y se la dimos. ¡Vaya si se la dimos!. A locales de ambiente no fuimos, ya que la mayoría aun estaban cerrados. Y además porque en Ibiza eso no es del todo necesario puesto que hay mariquitas en casi todas partes. 

La noche fue tan fuerte como infructuosa, y aunque tuve a mas de uno a punto, al final no concreté nada. Y la mañana siguiente la pasé en estado catatónico, metido en la cama sin enterarme de que había un mundo a mi alrededor. Y por la tarde disfruté de un tremendo atontamiento generalizado que me paralizaba las meninges y tenía la boca como si hubiese comido engrudo. 

Cuando salí a la piscina Oscar ya estaba despatarrado al sol y adormilado como un lagarto.

"Buenas tardes". Le dije.
"Hola". Contestó volviendo en sí de aquella manera. "Creí que eras el chulo". Añadió.
"Para chulos estoy yo". Balbuceé.
"Pues he llamado a dos". Dijo sin inmutarse.
"A dos qué"
"A dos chulos... Y ya deben estar a punto de llegar"
"Estás como una cabra"
"Yo diría como una zorra en celo"
"Perra más bien"
"Da igual el término"
En estos momentos no estoy para cachondeos"
"No es cuestión de cachondeo sino de estar cachondo, que no es lo mismo"
"O te dio un aire o el sol te está reblandeciendo el cerebro"
"Ya me lo dirás cuando vengan"
"Para ti los dos.... Yo paso"
"Nunca digas o prometas algo que no puedas cumplir... Es un refrán chino"
"Vale..... Pero ahora déjame en paz y no me toques los cojones"
"¡Yo no pienso!. Pero seguro que te los tocará el chulo"
"Flipo contigo.... Anda, ven al agua a ver si te despejas"
"¡Vaya si vas a flipar cuando veas el material!"
"¿Ah si?"
"Dos venteañeros con denominación de origen y certificado de sanidad y garantía"
"Como los jamones". Dije.
"¡Y menudos jamones!... Totalmente de confianza para todo uso"
"Pues uno de ellos va a hacer el viaje en balde"
"¡Ja!. Que lo vas a dejar escapar sin catarlo y someterlo a toda clase de abusos y vejaciones sexuales"
"Eso es lo que te gusta a ti y no a mí. Y además por el momento aun no pago por tales servicios"
"Pues yo sí". Afirmó Oscar. Y continuó diciendo: "Y ten por seguro que al fin y a la postre me salen más baratos. Te lo aseguro"
"Es posible, pero una cosa no tiene que ver con la otra"
"Desde luego. Los otros son más caros y encima se ponen tontos y exigen"
"Por ahora me quedo con los otros. Todavía no me va el amor mercenario"
"Me parece que ya están aquí". Interrumpió Oscar.
"¡Serás mamonazo!.... ¡Osea que iba en serio!"
"Venga Adrián...... Acéptamelo como un obsequio de bienvenida a esta isla paradisíaca". Me decía al tiempo que se alejaba para recibirlos.

Me zambullí en el agua y me quedé en remojo esperando acontecimientos. Por fin Oscar apareció con los dos chulazos en tanga. Y realmente estaban como un queso cada uno de ellos. Javi (que así se llamaba uno) como de bola holandés, tirando a rubio. Y Rafa (que era el nombre del otro) más al estilo del país, tirando a manchego bastante tierno. Oscar se inclinó por el de bola, y el del país se sentó en el borde de la piscina. 
Sin ningún tipo de preámbulos, Oscar le metía mano a Javi, echado sobre la tumbona, y a mí me pareció oportuno distender la situación proponiéndole a Rafa que se bañase conmigo. El chico obedeció al instante y se lanzó de cabeza intentando un salto de carpa. Rafa vino nadando hacia mí como un niño queriendo jugar en el agua y me presté a mil tonterías salpicándonos y dándonos mutuas caladas. A Javi se le veía loco por unirse a nosotros, e intentando rescatarlo del acoso de Oscar les lanzamos agua a manotazos incitándoles a venir y disfrutar con nosotros. Javi no lo pensó dos veces y nos lo pasamos como críos. Y hasta competí en velocidad con los dos chavales mientras Oscar hacía de árbitro.

Después del ejercicio, Oscar invitó a su quesito de bola a dormir la siesta, y Rafa y yo quedamos callados sobre nuestras tumbonas, hasta que el muchacho rompió el hielo diciendo que tenía sueño. A tal insinuación no cabía más que una respuesta y subimos a mi dormitorio. Como Dios me trajo al mundo me acosté en la cama, mirando al techo, y Rafa lo hizo a mi lado, boca abajo, mirando hacia mí. Lo miré también y me incorporé de costado apoyándome sobre un brazo. Le eché una ojeada y me paré en el badén que forma la espalda al unirse con el culo antes de llegar al hueso palomo. En su cuerpo no quedaba ni un solo rincón que el sol no hubiese tocado, y parecía tan suave que me sedujo enormemente. Olvidando el motivo crematístico de su compañía, tenía que reconocer que con aquella cara fina y ligeramente afilada, de nariz recta y perfectamente esculpida entre un conjunto de rasgos plenamente armónicos, hubiera podido servir de modelo a cualquier escultor de la Grecia clásica que pretendiese representar la belleza de la juventud del hombre. 

"¿Aprobado?". Preguntó Rafa.
"¡Sobresaliente!". Contesté yo.
"¿Y entonces cuál es el problema?". Siguió preguntando Rafa.
"Me gusta que me deseen y no que lo hagan por dinero... Siento mucho más placer cuando también disfruta mi pareja"
El chaval giró sobre su costado y me contestó: "Rafa lo hace por pelas, pero Paco no"
"¿Y quien es Paco?". Le pregunté como asombrado.
"El que está dentro de Rafa". Se explicó él.
"¿Y con cuál de los dos estoy?". Insistí.
"Con Paco". Afirmó.
"¿Y eso por qué?"
"No sé tío..... Eres diferente.... Y además me gustas. Lo que no suele ser normal en este oficio"
"Te advierto que aunque no hagamos nada Rafa va a cobrar igual". Dije.
"Tío... Olvídate de Rafa.... Me llamo Paco, soy marica y cuando encuentro un tío como tú me mola mogollón que me follé.... ¿Te hace?"
"¡Joder!... ¡Qué fuerte tío"
"¡Esto es lo que tiene que ponerse fuerte, cabrón!".

Dijo, cogiéndomela con una de sus manos de dedos largos y nudosos. Y al paso que se me endurecía, me recreé en sus pezones redondos, colocados en el punto exacto de un pecho plano y preciosamente modelado sobre un abdomen, tenso y esbelto, que procura reducirse en la cintura para alargarse luego hasta el sexo, flanqueado ya por estrechas caderas de las que parten sus piernas, minuciosamente torneadas desde el muslo hasta el tobillo, resultando todo el conjunto de una elegancia propia de Adonis. Su estatura, perfecta y de armoniosas proporciones, está ligeramente por encima del metro ochenta. Sin duda sería el canon ideal para esculpir a un chico de nuestro tiempo.

Rápidamente nos entregamos al placer y reproduje con manos y boca toda la envoltura de sus formas. Y colocados uno sobre otro, pero a la inversa, nos chupamos la polla y los huevos. Y quise conocer sus resortes eróticos y exploré también los alrededores del ano, averiguando su acusada sensibilidad en ese punto, Y, humedeciéndolo convenientemente, le profundicé con delicadeza en el agujero del culo, preparándolo así para los mayores deleites que vinieron después. 

Pasamos la siesta jodiendo hasta no poder más. Y en la penumbra vi la cara de Gonzalo sobre el rostro de Paco, despojado ya de la máscara de Rafa.
Los dos chulitos contratados por Oscar sabían comportarse en la cama y fuera de ella, sobre todo Paco, que me resultó especialmente encantador. Y por la noche quise invitarles a cenar. Fuimos a otro establecimiento, ya clásico en la isla, y a Paco se le veía feliz y no dejaba de mirarme. 

Mentiría si dijese que no me halagaba su devoción y respondí a ella con algún que otro mimo acogido con entrañable ternura por él. Pero lo que me causó mayor sorpresa respecto a Paco fue su enorme facilidad de adaptación al medio. y, principalmente, el hecho de que interviniese en la conversación sobre cualquier tema haciendo gala de una información y sensatez de opiniones poco habituales en un chaval de veinte años, casi sin estudios, cuya suerte en la vida no le había facilitado las cosas hasta la fecha. Quedé convencido de que podría participar en cualquier reunión, por sofisticada que fuera, sin desentonar lo más mínimo. Se adivinaba en él una magnífica materia prima para hacer realidad la historia de Pigmalión. En sus comentarios dejaba traslucir una particular concepción de la belleza (en absoluto desacertada según mi criterio) que compaginaba con un innato buen gusto, incluso en los detalles más insignificantes. Me parecía imposible que aquel niño se vendiese y al mismo tiempo guardase en su interior semejante sensibilidad y ternura. Lo cierto es que, según me contó después del polvo, la fatalidad no le había dejado demasiadas alternativas para sobrevivir totalmente solo desde que cumplió los quince años. Siendo su madre muy joven la dejó preñada un tipo, tan apuesto como sinvergüenza, que la abandonó en cuanto conoció la noticia sin que jamás hubiese vuelto a tener conocimiento alguno de aquel individuo. La chica, que trabajaba en una perfumería de Badajoz, las pasó putas para criar a su hijo sin ayuda de nadie, puesto que su familia vivía en un pueblo de la misma provincia y no era cuestión de aparecerle a su madre (que se mantenía con una exigua pensión de viudedad) con el pastel de tener que alimentar dos bocas más. Equivocada o no prefirió arreglárselas por su cuenta sin decirle nada a la abuela del niño, hasta que una enfermedad mal curada le proporcionó el descanso eterno cuando Paco tenía once añitos. Su única herencia fue una carta para su abuela, y se trasladó al pueblo con ella. Allí pudo continuar comiendo y estudiando mientras a la buena mujer no se le ocurrió la genial idea de reunirse en el cielo con sus seres queridos cuatro años más tarde.

Curiosamente, casi a la misma edad en que yo heredaba títulos y fortuna, Paco quedaba con una mano delante y otra atrás entre el cielo y la tierra, teniendo por todo capital el valor y la decisión de su madre y un espléndido físico (seguramente heredado de un hijo de puta al que nunca conoció ni falta que le hace). El chaval volvió a Badajoz y encontró trabajo de camarero en un bar de tres al cuarto, a cuyo propietario le faltó tiempo para llevárselo al catre a pesar de su tierna edad. La primera vez prácticamente lo violó y el pobre muchacho sacó una impresión nefasta de aquella experiencia. El jodido fulano sólo le hizo sentir asco y dolor, e incluso lamentarse diariamente que su belleza le causase tales desgracias. Un día no pudo resistir más y se largó por la puerta, sin reclamar siquiera el sueldo, y decidió irse a dedo hasta Sevilla. 

En la carretera lo recogió un tío joven y de aspecto agradable que lo trató con toda cortesía y amabilidad hasta que Paco rechazó que le pusiese la mano sobre el muslo. De nuevo se encontró tirado en la carretera bajo un sol de justicia y sin un puñetero árbol que le proporcionase un poco de sombra. Me confesaba que en ese momento solamente pensaba en terminar de una vez con su asquerosa existencia. Pero providencialmente divisó en el horizonte otro automóvil, que se detuvo sin que le hiciese la menor señal, y su conductora, una mujer de mediana edad muy agradable y simpática, lo invitó a subir llevándolo hasta el mismo centro de la hermosísima ciudad de Sevilla. Muy posiblemente una de mis predilectas en este país, en donde, bajo el influjo de su mágica luz, viví miles de anécdotas que ya contaré a su debido tiempo. 

A partir de entonces Paco vivió como pudo. Unas veces de camarero, otras de dependiente, y terminó de chulo sacándole partido al cuerpo que Dios y sus padres le dieron con tal generosidad que en un principio le acarreó hasta desgracias. Pero lo que sí hay que decir es que jamás perdió la ilusión por conseguir una vida mejor, y eso le ayudó a mantener la dignidad. Lo que no tiene nada que ver con ser puta. ¡Ya quisieran muchas señoronas y señorones tener la clase y la decencia de algunas furcias y putos!.

La mirada de Paco lograba conmoverme y no tenía que esforzarme nada para ser amable con él, que reaccionaba a la menor demostración de cariño devolviéndomela con creces. Y la calidez de su contacto hacía fácil acostumbrarse a tenerlo a tu lado.

La velada fue fantástica y le pregunté a Paco si quería volver a pasar la noche conmigo. Lo que aceptó de buen grado, y Oscar también invitó a Javi. Y, con la misma, nos fuimos los cuatro a casa para joder otra vez.

No sé como se lo pasarían Oscar y su queso rubiales, pero yo me encontraba muy tranquilo y a gusto con Paco. Nos acostamos muy juntos. Yo abrazándole muy fuerte y él, acurrucado entre mis brazos, respiraba sosegadamente como un chiquillo que se siente seguro. Apoyé la mejilla sobre su pelo liso y oscuro, y sin caer en la cuenta nos quedamos dormidos.

Un hilillo de luz me hirió en los ojos despertándome, pero permanecí quieto para no molestarle interrumpiendo su plácido sueño. Mi sexo me exigía amarlo físicamente y a duras penas me contuve para no hacerlo. Debió ser tanta mi ansiedad que, aunque él dormía profundamente, su miembro se despertó y excitó con ello aún más al mío. A punto estuve de descargar cuando un suspiro acompañó a su mano que se aferraba dulcemente a mi picha.
Abrí sus párpados a besos y bajé por la nariz para continuar en su boca introduciendo mi lengua. El también quiso hacer algo y no le dejé. Seguí mimando su cuerpo con toda la habilidad de mi boca; y con ella acaricié de arriba a abajo sus morenas nalgas y su espalda. ¡Preciosa redondez la de este culo!. Podía notar perfectamente como vibraba Paco gratificándose con aquello e intensifiqué el ritmo llegando a enloquecerlo. Intentó volverse y se lo impedí sujetándole los brazos y dejándolo a mi merced bajo mi cuerpo. Con la práctica que uno va acumulando con el tiempo y el oficio, la enfundé en la goma y abriéndole bien las piernas se la hinqué entera. Su reacción fue de dolor pero la pasión nos hizo rugir como bestias en celo. Y cabalgué sobre él hasta alcanzar los dos el mismo vértigo y sin dejar de sujetarlo con todas mis fuerzas. Los brazos le quedaron marcados por mis manos y su cuerpo por el mío; mas en nuestros rostros solamente quedaba la satisfacción de un buen polvo maravillosamente compartido. 

Tranquilizado el cuerpo y el espíritu, debíamos atender a otras necesidades y bajamos a satisfacer el estómago, que se había ganado un buen desayuno. Y a ello ya estaban dispuestos Oscar y Javi. Intercambiando las típicas bromas tras una noche de folleteo, comimos como leones y Javi nos dejó por otras ocupaciones, pero yo no dejé irse a Paco con él y le pedí que viniese conmigo a pasear por la isla. Cuando Oscar salió acompañando a Javi, Paco me dio un besazo estrujándome con su abrazo y volví a tener en mi cabeza a Gonzalo. ¿Qué diablos me había dado ese muchacho?. Paco, además de guapo (incluso más que él), era la dulzura en carne y hueso y muy simpático. Y entonces por qué no me dejaba en paz el dichoso Gonzalo. ¿Por qué olía su carne sin tenerlo cerca?. ¿Cómo es que oía su risa y escuchaba su voz a tanta distancia?. ¿A cuento de qué soñaba con poseerlo otra vez? 

Había ido a Ibiza a descansar y no me daba la gana de romperme la cabeza. Le metí prisa a Paco para que se vistiese y salimos los dos solos en uno de los coches de Oscar a disfrutar de nuestra mutua compañía sin ganas de aguantar ningún otro elemento extraño a ella.

La jornada no tuvo desperdicio. Estuvimos en mil sitios y en todos nos divertimos a tope. Si me hubiesen preguntado si aquel alegre muchacho era el Rafa del primer momento habría jurado que al tal jamás lo había visto. Aquel Paco nunca hubiera podido ser un chulo. Valía demasiado para que alguien pudiese comprarlo. Con él no tenía ningún tipo de complejos y en todas partes nos cogíamos las manos y nos dimos sin miramiento alguno más de un beso en la boca. En una pequeña tienda de ropa vimos unos pantalones cortos y, juntos en el probador, nos pusimos varios. Y atraídos por lo mucho que acentuaban nuestros encantos tales prendas, nos metimos mano todo lo que quisimos importándonos un pito lo que pensasen de nosotros. 

También estuvimos en la playa nudista, cerca de las salinas, y sobre la arena nos hicimos carantoñas como los novios, besándonos en todas partes y acariciándonos el sexo. Al final de la tarde estaba cansado y feliz, y sentía algo distinto por mi agradable acompañante. Incluso consiguió que no me acordase de Gonzalo ni echase de menos la ingenuidad de aquella mirada que me había entusiasmado desde el primer momento.

Como no nos apetecía salir para nada, cenamos en casa, y al terminar, mientras Paco estaba en el baño, Oscar me preguntó que pasaba con el chico. Yo no sabía muy bien que decirle y me limité a contestar que no era nada en especial. Inconscientemente mentía y me sentó mal que me recordase que sólo era un chulo.

"Conmigo no". Dije. "Y si lo fue con otros ya se acabó... Dudo que vuelva a serlo".

Añadí tajantemente como si yo tuviese alguna autoridad sobre la vida del chico. Cuando Paco volvió al salón nos animamos nuevamente y permanecimos allí un buen rato los tres tomando unas copas, comentando sobre lo divino y lo humano, y riéndonos de casi otro tanto.

Al irnos a la cama la noche se presentó intensa, tranquilizándose de madrugada y recrudeciéndose nuevamente después del amanecer. Ya no me atraía sólo su cuerpo sino todo él. Mejor dicho, la excitación sexual me la producía él con independencia de su indudable belleza física. Por eso en las noches que pasamos juntos nos amamos a oscuras con todos los sentidos de la imaginación relegando el de la vista. El olfato, el oído y el tacto fueron fundamentales en esta etapa de nuestra relación. Y la suma de nuestras energías culminaba en una auténtica explosión erótica. Su presencia en la negrura de la noche me daba una cálida tranquilidad y mi libido se electrizaba con sólo rozar su piel. 

Mi estancia en la isla, si bien no me dejaba tiempo para la programada meditación, transcurría con la calma y tranquilidad pretendida en inicio, y Paco era el artífice del bienestar que disfrutaba. Si salíamos de copas lo hacíamos serenamente, siendo simples espectadores de aquella fauna que pululaba a nuestro alrededor. Contemplábamos divertidos las pintorescas escenas de la noche ibicenca (aún a pesar de no estar todavía en temporada), y Paco me ponía al tanto de lo que ocurría en realidad bajo la apariencia de aquellos sofisticados seres, víctimas de su propia pretensión. Todo ocurría en nuestro entorno sin alcanzarnos, como si nos moviésemos ante un fondo azul sobre el que los otros ven la invención de una realidad sólo imaginada.

Alguna vez coincidimos con Javi, pero Oscar no volvió a requerir sus servicios, sino los de otros jovencísimos muchachos (muy guapos todos y en su mayoría desconocidos para Paco en su papel de Rafa) entre los que había un amplio surtido como en una botica. Uno de ellos llegó a pretender montarse un número gratis con nosotros dos después de habérselo hecho con Oscar por los cuartos.

La semana iba pasando apenas sin advertirlo y empecé a inquietarme por Paco. No podía permitir que volviese a lo anterior. y no por el hecho de que se acostase con otros, sino porque, de hacerlo, follase con quien le apeteciese a él, fuese por deseo o por amor. Llevármelo a Madrid hubiese sido precipitado y dejarlo sin más no me lo hubiera perdonado nunca a mí mismo. Así que tenía que decidirme por alguna solución que, además de viable, pudiese ofrecerle a Paco sin herir su dignidad, ni mucho menos sus sentimientos. Y, por otro lado, en mis sueños ya no sólo estaba Gonzalo sino también él, confundiendo o no uno y otro, o los dos fundidos en un solo cuerpo conmigo. Lo más curioso es que en todos esos días nunca deseé estar con otro ni me aburrió el sexo con Paco. Había sido monógamo durante toda una semana y la experiencia no me había desagradado en absoluto. 

Paco no parecía nada tonto y, según me había contado, no fue mal estudiante. Pero, por la razones ya dichas, no había podido seguir más allá de la Educación General Básica. Sin embargo, casi sin aprendizaje, habla inglés lo suficiente como para que le entiendan sin esfuerzos. Lo cual me facilitaba colocarlo como dependiente en una tienda de ropa que tiene en la isla unos buenos amigos míos y de Oscar. Al chico le pareció bien y Oscar también estaba dispuesto a secundar mi idea. Por lo que, sin perder más tiempo, me fui a la tienda de estos amigos para hablarles del asunto, acordando con ellos que tendrían a prueba al muchacho, y, según se le diese la cosa, lo contratarían hasta el final de la temporada; o por más tiempo incluso a la vista de juego que diese. Mucho más difícil me resultó convencer al chaval para que me aceptase un préstamo a cuenta con el fin de instalarse más cómodamente hasta que empezase a cobrar el sueldo.

Algunos le darían la razón a Oscar cuando dice que los que no cobran al final salen más caros. Pero no tiene que ver nada una cosa con la otra. Vender tu cuerpo o aceptar la ayuda económica de un amigo (sea o haya sido tu amante por más o menos tiempo) son temas totalmente distintos. Lo primero es un acto de puro comercio en el que se intercambia dinero por servicios. Lo segundo son actos de liberalidad por los que compartimos nuestros bienes con quien, independientemente del sexo, nos unen estrechos lazos de afecto y amistad. La riqueza sólo tiene valor si se disfruta haciendo partícipes de ella a los que te rodean y comparten de una forma u otra tu vida. Ni el avaro ni el miserable son ricos. Solamente atesoran dinero que no sirve para nada, puesto que nadie se beneficia de su riqueza. Ni tan siquiera ellos mismos.
Por eso el que ayudase a Paco, no sólo no podía entenderse como el pago por aquellos días inolvidables, lo que significaría pisotear su ternura, sino que era una ínfima redención por los privilegios que sin mayor merecimiento yo había heredado, mientras que él, como tantos otros, se veía abocado a buscarse la vida de cualquier forma, fuese o no correcta para quienes jamás se vieron en tal situación. El me dio una semana de amor sin pedir anda a cambio y yo le correspondí sin exigirle nada tampoco. Y, al margen de eso y sin que tenga ninguna importancia, quise compartir una pizca de lo mucho que me sobra y que a él le podía servir de alguna manera. 

Nuestra pasión fue intensa hasta el último minuto que pasamos juntos. Y la víspera de mi marcha, a mitad de la noche, me desperté con la impresión de que Paco lloraba o había llorado. Me incliné sobre él y parecía dormido. Rocé ligeramente su frente con mis labios y recosté mi cabeza, pegada a la suya, intentando vigilar el sueño de mi cariñoso amante.

No sé cuando me dormí. Y, entrada la mañana, fue la caricia de su boca la que me despertó. Parecía haber madurado a lo largo de la noche. Y, sin embargo, su cara traslucía más que nunca al niño que llevaba dentro su cuerpo de hombre. El hombre que inmediatamente me comí a besos y le hice el amor con frenesí.

Paco quiso acompañarme al aeropuerto y ninguno de los dos ocultábamos una cierta tristeza. Se nos humedecieron los ojos con el último abrazo y al verlo alejarse se me hizo trizas el alma.

1 comentario:

  1. Agradezco a stephan las imagenes que me ha proporcionado para ilustrar en parte este capítulo con algun desnudo.

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