martes, 26 de enero de 2010

"Mejor con dos" Capítulo IV




Tuve que dar tres vueltas a la manzana hasta que Juan apareció en la acera de la calle Argensola donde vive con sus padres. Para no perder la costumbre, le eché la bronca por el retraso y salimos escopetados hacia Ayala para recoger a Enrique, que me había llamado justo antes de salir, porque tenía el coche estropeado. Y menos mal que suele ser puntual y ya esperaba en el portal de su casa.

"Hola". Nos saludó.
"¿Llevas mucho tiempo esperando?". Le pregunté por mera cortesía.
"Cinco minutos más o menos"
"Ya sabes..... Tuve que esperar por éste". Me excusé señalando a Juanito.
"Tenía que ponerse guapo..... ¿Verdad?". Le dijo a Juan achuchándole cariñosamente el cogote como si se tratase de un niño chico.
"¡Joder!. No me despeines". Protestó Juan.
"Anda....... Que hoy te van a comer". Bromeó Enrique.

Que por cierto debía de tener ganas de jolgorio nocturno porque el mozo iba hecho un pincel. Y la verdad era que no tenía ganas de guerra con él, pero inconscientemente, me salió el primer disparo:

"¿Vas de caza?"
"¿Qué?". Preguntó haciéndose el sueco.
"Si vas de caza, Quiquito"
"¿Por?"
"Como vas armado.."
"¿Armado de qué?"
"De valor.... ¡No te jode!"
"Eso siempre se le supone a uno, como en la mili"
"A ti lo único que se te supone es lo que yo me sé... ¡So zorra!". Le dije mientras Juan nos miraba sin rechistar. "¿Tienes a la vista un nuevo plan?". Insistí sólo por joder.
"No. Pero nunca se sabe lo que puede pasar... ¿No crees Juan?".
"A lo mejor está Raulito". Le sugerí.
"Y si está, qué.... Cómo si me importara mucho"
"Nene que te conozco como si te pariera"
"¡Tú que sabrás!. A lo mejor a quien le gusta es a ti. Que contigo nunca se sabe.... La que nace viciosa..." "¿Por qué no te sientas aquí?". Le dije al tiempo que me agarraba los cojones con la derecha.
"No, gracias.... Todavía no estoy tan desesperado"
"Anda reinona, que ya te gustaría"
"¿Contigo?.... Aunque no hubiese otra cosa en el mundo, fíjate bien"
"Si eso va de insulto, estás muy equivocado". Le solté con la sana intención de conseguir cabrearlo.
"No hombre.. A ti llamarte puta jamás será un insulto. Sólo la cruda realidad"
"Pues te recuerdo que todo cuanto sé lo aprendimos juntos"
"Puede. Pero tú para eso siempre fuiste mucho más aplicado, Adriancito querido"
"Tieeempo". Gritó Juan. "Y para un momento que quiero comprar tabaco"
"Encima de que llegamos tarde por tu culpa, todavía dices que pare.... ¡Lo tienes claro tú!"
"Yo también quiero tabaco. Osea que para"
"Si tu me lo pides así, no tengo más remedio que parar"

Detuve el coche complaciendo el mono tabaquero de Juan y Enrique; y reanudada la marcha volví a la carga para jorobar a Enrique:

"Así que no te gusta Raúl"
"Te estás poniendo un poco pesadito... ¿No te parece?". Contestó casi molesto, lo que me indicaba que estaba logrando mi objetivo.
"Hubiese jurado que se te iban los ojos tras él.... ¿Y que por cierto está muy bueno!. ¡Y tiene un culo que alimenta!"
"Si tanto te gusta, ya sabes lo que tienes que hacer... ¡A por él!". Me lanzó Enrique a modo de andanada defensiva.
"Yo sé que te gusta y que tú le gustas a él... Y yo nunca te quitaría un novio. Ya lo sabes"
"Será si no se te pone a tiro, o no se deja llevar al huerto.... O no traga, claro"
"¿Acaso te birlé algún ligue?"
"Porque yo no te dejé"
"¡Serás cabrón!. Ahora era yo el cabreadillo.
"Ayer no ligaste.... ¿Verdad?... Y hoy tienes ganas de joder". Dijo él.
"Por si te interesa, jodí hoy". Le solté, a pesar que no tenía ganas de hablar de Gonzalo, y me arrepentí de inmediato.
"¡Mira que bien!. Y quién fue el afortunado esta vez?"
"Sin comentarios". Dije cortando el tema.
"Eso significa que no se dejó dar por el culo". Añadió refocilándose en mi supuesta desgracia el muy ladino. "Ya te gustaría saberlo. Pero te vas a joder que este no te lo cuento"
"Pues, si aún te quedan ganas de joder, hazlo con Juan y a mi déjame en paz"
"De eso nada". Protestó Juanito. "A mí dejarme tranquilo que no me meto con nadie"
"Tranquilo Juan. Y no hagas caso a esta putona de Enrique"
Y ahora era Enrique el que chinchaba: "¡No me explico como ayer no encontraste uno de esos culos que tanto te gustan!"
"También me gustan otras cosas". Repliqué rápidamente.
"¿Desde cuando?... Porque para ti los tíos sólo son culos con patas". Aseveró Enrique.
"Y yo que culpa tengo, con semejantes jamones de nueva generación que andan por ahí..... Porque no me negaréis que los chavales de ahora están que te cagas. ¡Qué patas!....¡Y qué todo!"
"¡Y que culos!. Dilo que se te va a atragantar". Recalcó él.
"¡Auténticos pata negra!. ¡Bellota puro!". Puntualicé para matar el tres con el as. "¿Verdad Juanito?.... ¡Di algo!......¿No?"
"A mi me gustan más hechos. Ya lo sabes"
"Claro Juanín. a ti te gustan los papas de los nenes tan ricos que hay por esos mundos. Y haces bien, porque así no nos haces la competencia".

Este era el momento oportuno para dejar tranquilo a Enrique y lo aproveché metiéndome un poco con Juanillo:

"Por cierto. Cuando entraste en el coche me fijé en el culete de vicio que te hace ese pantalón que llevas hoy. No sé si algún día tendré que hacerte un favor"
"O te lo hará él a ti". Dijo Enrique para retomar la jodienda.
"¿Me quedan bien?". Preguntó Juan con ojitos relucientes.
"Estás cachondísimo con ellos". Afirmé con rotundidad.
"Y si quien tu sabes está en casa de Pedro, hoy no sales vivo, guapo". Añadió Enrique metiendo baza.
"¿Quién?". Inquirió Juan lleno de curiosidad mal disimulada.
"No nos vengas ahora haciéndote el tontito, que de sobra sabes quien es". Le contesté yo.
Y Juan, lleno de razón, aclaró: "Si es quien me imagino, lo tiene crudo como no se decida de una vez. Yo, desde luego, no se lo pienso poner en bandeja"
"¿Qué vas a ponerle en bandeja?. ¿El culo?". Le preguntó Enrique.
"Mucho hablar de Adrián pero tú también piensas en lo mismo solamente"

Y entonces solté una de mis magistrales teorías:

"Pues no seas tonto que, como se suele decir, a quien Dios se la dé, San Pedro de la bendiga. Y ya sabes que la madre naturaleza es sabia y nunca da nada gratuitamente. Al que le da un buen culo es para que lo use en pro de los demás. Lo mismo que una buena polla es para utilizarla en provecho ajeno. Y si tienes ambas cosas, debes usar las dos. Los dones que uno recibe han de ser compartidos con el resto de nuestros semejantes. En eso consiste la caridad, la generosidad y la grandeza de espíritu. Y, sobre todo, el amor al prójimo. He dicho"
"Lo que quiere decir es que te folle, Juan". Remató Enrique.

Y para zanjar la cuestión dijo Juan:

"Que os follen a los dos, que a lo mejor os hace más falta"
"A lo mejor". Añadió Enrique bajando la voz.

Después de soportar los acostumbrados problemas del tráfico madrileño un sábado por la tarde, llegamos cerca de la casa de Pedro, en pleno barrio Salamanca, cuando Juan, siempre imprevisible y a veces hasta sorprendente, gritó indicando con el dedo un sitio donde aparcar: "Mira allí hay un hueco". Que en aquel lugar y a tales horas, solamente podía ser obra de la Providencia, tenaz protectora de las almas inocentes como la de Juanín.


Entre unas cosas y otras, llegamos a la casa pasadas las nueve y cuarto y ya había llegado casi toda la panda. Nos recibió Pedro (muy puesto como es habitual en él) e iniciamos el consabido besuqueo, sin olvidar tampoco las típicas frases de rigor utilizadas en cualquier reunión en que está "todo el mundo". Aunque ese "mundo" sólo se reduzca al seudo universo en el que solemos movernos.

Prácticamente no faltaba nadie. Ya estaban Carlos y Alberto, frescos como lechugas por haber dormido todo el día para recuperarse de la noche anterior. Cris (otro de mis inseparables cuyo nombre real es Críspulo y le jode un huevo que le llamen así) que nos restregaba por los morros el botín de la pasada batida nocturna (un niñato morenito de carita risueña y culín de manzana, menudito pero muy mono por cierto). También había llegado Armando y su novio Vicente, que van de brutas y de mucho gimnasio apabullando con su masa muscular. Ana (que es una tía cojonuda) y su nueva novia (que todavía no la habíamos calado bien). Tampoco podían faltar Blanca, luciendo al cachondo de su novio y arriesgándose a que alguna loba con pito se lo comiera crudo. Nunca me explicaré lo de esa tía y su manía de poner el novio al alcance de los mariquitas. Hasta que un día se lo birlen y así aprende de una vez por todas. En el lugar estratégico, preparadas por si aparecía alguna nueva, estaban Laura, Bea y Aurora. Y el que no había asomado aún era Chomi, pero del resto no faltaba nadie. Incluso Raúl, por supuesto, que a la primera de cambio cruzó la mirada con Enrique.

El anfitrión hacía honores a unos y a otros y se movía entre todos con la distinción y cortesía de quien mamó desde niño la vida diplomática. Usando la terminología de la más rancia sociedad inglesa, podría definirse como un verdadero caballero. Pedro es otro de mis mejores amigos y no sólo le aprecio, sino que le admiro y respeto por su ponderación y ecuanimidad en todo y hacia todo. Por otra parte, sé positivamente que soy uno de sus amigos predilectos, y creo que, en otro tiempo, llegó a sentir cierta debilidad por mí. Pero siempre me gustaron más jóvenes que yo y Pedro, que fue y es un tío guapo e interesante, me lleva unos diez años. Y por eso nunca me erotizó nada.

La fiesta fue derivando por los manidos derroteros de toda reunión de en la que la mayoría son más conocidos que amigos. Salvo las excepciones ya dichas. Y en muchos ya empezaba a notarse los primeros vapores del alcohol, en distintas variedades, y de otras sustancias, más o menos flipantes, ya fuesen fumadas, tragadas o esnifadas. Todo ello según el nivel de onda en que uno esté. A mi personalmente nunca me hizo falta el estímulo de ningún alucinógeno. Para alucinar en colores me basta algo más sencillo, como por ejemplo el éxtasis supremo del arte. O simplemente un redondo, fresco y macizo estímulo carnal, que en ocasiones (no demasiado frecuentes por desgracia) puede llevarte al nirvana más alucinante.

Como siempre la nota jocosa de la reunión la puso Carlos, que, sin regatear aspavientos, contaba una de sus últimas aventuras con un ligue:

"Bueno. ¡El tío era de lo más cachas!. Y yo, naturalmente, fui derrochando mis encantos paulatinamente, hasta que, ya encelado en este cuerpazo que Dios me dio, me cogió en sus brazos y me llevó al catre, anticipándome con sus modales que era todo un machote. Me poso sobre la cama y comenzó a desnudarse. Y yo, tímidamente y con una expresión de ingeua medio tonta, a lo Marilín en aquella película en que interpretaba el papel de la novia de un mafioso y que verdaderamente estaba divina, le pregunté si no le importaba que bajase la luz porque me daba un poco de vergüenza"
"¡Qué valor!". Gritó Alberto.
"¡Oye mona!. ¡Que tampoco soy una tirada, como otras que no quiero señalar!..¡Mucha puta disfrazada de reina hay aquí!". Aclaró Carlos, y siguió contando: "¡Así!. ¡La tenía así!.....¡Y así!". Dijo mostrándonos con las manos el supuesto volumen y tamaño (absolutamente imposible y desproporcionado) del cipote del fulano en cuestión.
"¡No sé como lo consigues, pero tus ligues siempre tienen unas pollas de muerte!". Solté en tono incrédulo.
"¡Como los tuyos buen culo!. ¿O es que el monopolio de las maravillas lo tienes tú, bonita?. ¡No te jode ahora la baronesa!. Y si volvéis a interrumpirme no sigo"

"¡Silencio!". Chilló Pedro. Y Carlos prosiguió: "Se me echó encima, sujetándome por las muñecas, y yo ya me veía poseído por un hombre de verdad, cuando me dice pegando la boca a mi oído: . Y sin más me dio un mordisco en el cuello como si fuese un vampiro. Lancé un grito y me revolví dispuesto a clavarle una pestaña en el corazón, ya que era la única cosa punzante que tenía a mano y si por algo soy famoso es por tenerlas larguísimas. Tanto, que tengo que rizarlas para poder usar gafas de sol"

"¡Te las rizas por pura coquetería, guapa!". Apuntó Enrique.
"¡Habló doña perfecta!. ¡Anda que cuando sales de viaje llevas un neceser que pareces la María perfumes!"
"No todos somos tan mariquitas como tú crees, cielo". Contestó Enrique.
"¡Tenéis que verla después de dos copas!. Pierde los papeles y le salen más plumas que a un edredón deshilachado. Pero eso sí, sobria parece más macha que una lesbiana modelo camionero". Dijo Carlos con toda se mala leche. "Bueno. ¿Sigo o no sigo?. Añadió amenazándonos con dejarnos sin el final del cuento.
"¡Siiii...!". dijimos todos a una.
"¡Pues ni un comentario más!". Puntualizó Carlos, y prosiguió: "Os podéis imaginar la cara que podía tener yo viendo aquello, tieso como un poste de alta tensión, y saber que sólo le servía para mear y cascársela. ¡Qué desperdicio!. ¡Bien es cierto que Dios le da pan a quien no tiene dientes!. Yo no estaba dispuesto a renunciar a semejante ejemplar, y le puse las cosas claras:

"¿Y al final que pasó?". Preguntó Alberto.
"¡Que le tuve que dar por el culo!. ¡Y, encima, se corrió con sólo metérsela!. Terminé haciéndome una paja pensando en lo que pudo haber sido y no fue. ¡Para que os fiéis de los que van de machos!"
"¡Eso suele pasar, Carlos!. ¡Es algo que pasa con demasiada frecuencia últimamente!. Cada vez quedan menos activos practicantes entre los gay. ¡Convéncete!". Concluyó Pedro con voz grave.

Algo después llego una cosita nueva, amigo de Raúl, al que le tiré los tejos (más que nada por facilitarle las cosas a Enrique dejándole a Raulito a su merced). Por los amigos cualquier sacrificio es poco. Sobre todo cuando el sacrificio se llama Arturo, mide un metro setenta y cinco, moreno y rapadito, con ojos caramelo, cintura estrecha y culo juguetón. Y un aspecto como de goma maciza, con una calidad y dureza que al tocarla te incita a seguir apretando. El chaval no me hizo ascos y nos metimos mano cuanto quisimos y durante un rato largo. Me puso a cien recorrer con mis dedos por encima de la tela del pantalón el borde inferior de sus calzoncillos, tipo braga, que le apretaban ligeramente en la misma unión de los muslos con las nalgas. Es cierto que había follado por la mañana, pero ya habían pasado demasiadas horas para que mi naturaleza tuviese los suficientes redaños como para rechazar heroicamente semejante bombón. Jamás me fue fácil contenerme ante un apetitoso bocado de esa clase. Palabra que me hubiese gustado tener más voluntad, pero me encanta el sexo y me gusta esta especie de cachorros. ¡Y sobre todo su caza!. Como ya dije, entre mi ilustre progenie siempre hubo grandes cazadores, y esa afición cinegética (que debe pesar en mi subconsciente de forma especial) me obliga a practicarla (de una forma más urbana) ligando machos de mi misma especie. Muchos de los cuales no desmerecerían en nada colocados en una panoplia o vitrina con el resto de los trofeos de caza y pesca de la familia.

Creo que durante mucho tiempo los ligues sólo significaron meros trofeos que añadir a mi palmarés de cazador. Uno tras otro caían como conejos. En mi caso será mejor compararlos con otra especie más apropiada, tal como gamos o corzos, por ejemplo. Tal vez también aves del paraíso, pero de esas pocas. Siempre ha preferido carne recia con sabor más fuerte. Realmente, si analizamos la cuestión, cazar y ligar se parecen mucho. Oteas la pieza. Planeas la táctica. La sigues. Luego la persigues. Apuntas. Disparas. Y, si aciertas, cae. Ya es tuya y tienes otra víctima más para colgar. Después, y mientras te queden balas, a por otra. También pudiera ser que tratándose de caza mayor, fuese cazado el cazador. Pero a un cazador experimentado eso nunca se le pasa por la mente. El es el gran depredador y el resto sólo son piezas de un coto que la naturaleza le ha dado para su exclusivo deleite. Y quien ose violar tal privilegio es, sin duda alguna, un despreciable furtivo. Como mi amigo Cris. Con el que tienes que andarte con pies de plomo y procurar no dejar a su alcance ninguno de tus ligues, ni proyecto de ello, porque te los levanta a la primera de cambio. Tiene un morro que se lo pisa, y es una guarra indecente totalmente insaciable. Y, para desgracia del resto, el súper cabronazo no es feo y tiene un cuerpo de cagarse y una buena polla. ¡ Y un culo que no se lo merece!. Porque encima presume de que no lo utiliza, en contra de lo mandado por la naturaleza al darle tal magnífico atributo. Pero es un tío grande y le quiero. En el fondo somos bastante iguales los dos..... O al menos lo éramos hasta ahora.

Por fortuna de vez en cuando podemos bajar la guardia porque el trabajo le lleva fuera de Madrid. Y, en esas ocasiones, respiramos tranquilos libres del peligro que supone se competencia. También es verdad que no debe quedarle en la península y parte del extranjero un solo menor de treinta años, todo marcadito, sin pasar por la piedra. Porque eso sí . tiene que ser "una pequeña" y estar "todo marcadito", como él dice. Lo que se traduce por: "individuo joven, de sexo masculino y tirando a poquita cosa, de aspecto escurrido y algo tercermundista, al que se le pueden contar una a una las costillas. Casi todos tienen la nariz fina y no puede negarse que algunos son hasta guapitos de cara". No ha conocido la tierra otro follador más grande y compulsivo que mi querido amigo Cris. Más de una vez le he visto insatisfecho después de follar a más de seis tíos en un sólo día. Es todo un putón desorejado y verbenero. Lo peor es que cuando está fuera de Madrid te arruina y se arruina él en llamadas de teléfono, puesto que se empeña en contarte con pelos y señales (que para eso nunca tuvo el menor recato) sus conquistas y las consiguientes folladas. Puesto que siempre les mete grandes folladas. Y tranquilamente podría escribirse con todo ello un profundo volumen comentado sobre el arte de la fornicación y la prostitución gratuita. ¡Si es más puta no nace!


Tiene tal peligro, que con ocasión de su nacimiento todos los Ayuntamientos debieron haber proclamado bandos de alerta para defender la integridad virginal de las futuras generaciones de machitos marcaditos que llegasen a ser sus contemporáneos. Pero también es cierto que nos lo hemos pasado de puta madre los dos. Quizás más adelante cuente alguna de las aventuras que corrimos juntos, previa esquilma y censura, porque las hay muy fuertes y tampoco se trata aquí de escandalizar al personal por el mero hecho de escandalizarlo. Si alguno se escandaliza lo siento. Pero toda esta historia tiene un objetivo en cierto modo moralizador y no escandalizante. O al menos esa es mi intención al escribirlo.

Pero sigamos en casa de Pedro con toda la vasca, a excepción de algún figura que otro. El panorama se

iba animando por parroquias y cada cual se las arreglaba como mejor sabía o podía para divertirse, Y, si se terciaba, llevarse a alguien al catre. Raúl fue de los decididos y por fin amarró a Enrique. Juan no sé que hizo al final, pero desapareció. Y yo, con el pretexto de llevar a Enrique a su casa , el cual se iba con Raúl, que a su vez estaba con Arturo, terminé con éste último en mi cama. Donde me lo tiré tan ricamente después de quitarle los calzoncillos, muy despacio, para descubrir palmo a palmo sus sabrosos glúteos y poder regodearme siguiendo el perfil de su culo de sandía con mi lengua. Seguí jugando y lamiendo su espalda, provocándole violentas contorsiones que le ponían en tensión todo el cuerpo, con lo que su carne todavía se hacía más firme y maciza, y te apetecía aún más apretarla con todas tus fuerzas.  A Arturo no le sobraba ni le faltaba un sólo átomo de materia orgánica. Y era tal su elasticidad que podía doblarse como si fuese un muñeco de trapo. El también trabajaba divinamente con la lengua, y me hizo ver la magnificencia del cielo deslizando la punta por todo mi pene para rematar con unas lametadas largas y profundas sobre los testículos; y que a poco más pierdo el sentido. Follaba sin escatimar energía y cuando la tenía dentro levantaba las posaderas apretándolas con fuerza para sentir mejor como se movía mi polla en su interior. Presionaba de tal forma con los músculos del recto (si es que ahí hay músculos), que daba la sensación que quería exprimírmela hasta dejarme sin gota que echar en una probable próxima ocasión. Le aticé unos azotes en ambas nalgas y se encendió todavía más, haciendo lo imposible por tragársela con huevos y todo. Cambiamos de postura y se lo hice de frente, calcando con fuerza y abriéndole al límite el compás de sus patas. Con lo que se relamía de gusto y también se quejaba al clavársela hasta el fondo. El chaval intentó contener el orgasmo, pero me rogó que terminase cuando su pito ya escupía semen en abundancia. Aceleré la marcha y me fui estremeciéndome de la cabeza a los pies. Luego quedé en blanco sin ganas de mover un dedo, y dejé que el chico se asease y volviese a mi lado para arrebujarse contra mí.


Bien es cierto que me acordaba del polvo mañanero con Gonzalo. Y en cuanto me venía a la mente me repetía a mí mismo que esta vida sólo se vive una vez y lo que no comas hoy tampoco te lo comerás mañana. No cabe duda que siempre hay quien se encargue de robártelo y te deje sin él. Por eso también me regodeaba pensando en la envidia que le daría a mi amigo Cris si hubiese visto en bolas al niñato. No es que fuese muy de su estilo, puesto que para empezar tiene culo, pero a él eso de verlos en manos de otros siempre le da morbo y te dice: Echamelo". O: "Anda, pásamelo". Conste que muchas veces se los he pasado, pero aún estoy esperando el día en que él me pase uno a mí. Y precisamente a eso de media mañana me llamó Cris. Y puede que por un acto reflejo en concordancia con el personaje, volví a ventilarme al amiguito de Raúl. Y después, pensando en este último, llamé sin pérdida de tiempo a Enrique para sonsacarle como le había ido con el amiguito de Arturo. Y de paso, quedar para comer los cuatro juntos.

La voz de Enrique me sonó radiante al otro lado del teléfono, y comprendí que él y Raúl ya estaban liados. Enrique siempre será como un niño necesitado de amor. ¿Y quién es el chulo que no necesita ser amado?. Ante el amor, la cínica frialdad, tras la que Enrique guarece su espíritu, se va desprendiendo de su piel para dejar completamente desnuda de artificio la tierna ingenuidad de su alma. Lo que le hace absolutamente vulnerable. Desea el amor más que cualquier otra cosa y se da por entero de la única forma que sabe hacer. Por eso la alegría con que su voz trasparentaba su sensibilidad desarmada en una sola noche me alarmó. Enrique no podía conocer suficientemente a Raúl (un chaval muy majo sin duda) como para lanzarse ya en picado a sus brazos. O al menos a mi me resultaba aún incomprensible tal cosa, y temía por él, doliéndome de antemano el daño que Raúl pudiera causarle. Entonces yo todavía dudaba del amor a primera vista y aseguraba que solamente se daba en el cine. Normalmente en el primer encuentro el deseo relega al amor a un plano muy secundario. Y al deseo le sigue la pasión. Y más tarde, tras el deseo y la pasión, puede que surja el amor. A lo mejor hay seres privilegiados capaces de distinguir el amor con un simple roce de sus almas. Pero yo desde luego debía ser muy zote para eso. Como mucho gozaba del placer, e incluso en contadas ocasiones llegué a notar algo distinto. Pero ese desgarro interior que ahora tengo jamás lo había sentido anteriormente. Casi llegué a creer que por puro egoísmo tenía vedada la capacidad de amar.

Nos fuimos al Escorial los cuatro. La pareja, Arturo y yo. Y tanto en la comida como durante el resto de la tarde nos empachamos con la empalagosa expresión bobalicona de los tórtolos, que ni por un momento se recataron ni hicieron el mínimo esfuerzo por disimular la coladura del uno por el otro. No es que fuese envidia mal sana. ¡Pero coño!. Arturo y yo también estábamos allí con ellos. Hubo momentos en que nos hallábamos realmente asfixiados en aquel chorreante panal de miel. ¡Pero que tontos se vuelven algunos!. Pensaba yo. ¡Y en el coche!. ¡En aquel asiento trasero solamente les faltó joder!. ¡Y a eso tampoco hay derecho!. Arturito no sabía donde mirar. Y yo veía por el retrovisor y casi nos damos una hostia. ¡Y leches!. ¡Con lo cojonudo que está Raúl!. ¡La madre que lo parió!. ¡Qué bien supo hacer al jodido!. De vez en cuando Arturo ponía tímidamente su mano izquierda sobre mi muslo derecho para no vernos tan ridículos, y yo le correspondía con una esclerótica sonrisita que parecía como si me hubiera dado un mal aire. Y no eran celos, puesto que nada me gusta más que ver a los míos contentos. ¡Pero las cosas como son, que todo tiene un límite!. Nosotros éramos los mejores amigos de ambos y no tenían porque hacernos de menos de esa manera. Ni siquiera nos dieron la categoría de realidad virtual. ¡Como si no existiésemos!. Y claro, una vez que los dejamos en casa de Enrique, nosotros nos fuimos a la mía a chingar otra vez y resarcirnos de todo lo que nos habían hecho pasar, sin olvidar el recalentón que traíamos en el cuerpo.

Para que luego Enrique me llame promiscuo. Si en esa ocasión lo fui la culpa es suya. De lo contrario nunca hubiese repetido con Arturo. Que terminó por aburrirme y el último polvo fue un desastre. Y cuando conseguí largarlo de mi casa volví a pensar en Gonzalo, sintiendo su presencia con tal fuerza que me producía un torbellino en mis entrañas como si estuviese mareado. Y por si fuera poco, me martilleaba la cabeza lo maravillosamente bien que se lo estarían pasando los dos jodidos amantes. Y sin más me la casqué al ritmo de un pasodoble, marcándome el tiempo el balanceo de las cachas de Gonzalo corriendo eternamente por una pradera esmeralda.

Un bello y joven corredor se movía ante mí sin alejarse de un punto siempre cercano pero inalcanzable, constituyendo el peor tormento que jamás hubiera ideado la más retorcida mente obsesionada en causar dolor en el alma humana.






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