viernes, 12 de febrero de 2010

"Mejor con dos" Capítulo XIV

Gonzalo solamente podía quedarse en Madrid un par de días, porque no tenía más remedio que ir a la sierra y dedicarle al menos dos semanas a su familia. No le hacía ninguna gracia, pero la obligación es antes que la devoción, como dice Germana, y, para que le resultase menos dura la separación, prometimos llevarlo hasta allí y quedarnos con él el resto de la jornada, además de ir a verlo con frecuencia. Por otro lado, Paco y yo teníamos que empezar a trabajar y no podíamos estar bailándole el agua al chiquillo todo el día. Al fin de cuentas no era cosa del otro jueves que estuviese unos días con sus padres, ya que pronto estaría de nuevo con nosotros, y al final del verano les había invitado a los dos a ir de viaje por el extranjero, donde le diese la gana a ellos
.
Yo quería que nuestra convivencia se afianzase lo antes posible y por eso me pareció conveniente hacer otro viaje juntos, puesto que los tres solos, fuera de nuestro ambiente habitual, pondría a prueba nuestra capacidad de entendimiento y comprensión.

La última noche que Gonzalo pasó con nosotros fue intensa y me di cuenta que hacía lo imposible por mostrarme su amor más que nunca. Estaba especialmente sensible a mis besos y caricias y quiso tenerme dentro el mayor tiempo posible. Paco, siempre generoso, ni le escamoteó atenciones ni mucho menos intentó privarle de las mías, pero yo me las arreglé para que ninguno de los tres quedase desplazado.

El polvo fue la leche, y Gonzalo quedó dormido abrazado a mí como para no perderme. Y por la mañana, antes de salir de casa, cuando ya nos íbamos a la sierra, me abrazó, con unos morros terribles, protestando por su marcha y diciéndome que iba a dejar las cosas muy claras con sus padres, ya que él también tenía derecho a elegir con quien deseaba vivir. Y, desde luego, no eran ellos sino nosotros. E inmediatamente besó a Paco con fuerza, apretándolo contra su pecho como si quisiese llevárselo dentro, y le preguntó:

"¿Te acordarás de mí?"
"¡Claro!". Contestó Paco con cierta tristeza.
"No olvides que te quiero mucho"
"Ni tú tampoco". Dijo Paco en tono exigente.
"Eso nunca mi amor"
Se besaron otra vez, y refiriéndose a mí con un gesto de cabeza, Gonzalo volvió a decirle a Paco: "Cuida de ese cacho golfo"
"No te preocupes por él". Contestó Paco.
"¡Y no abuses del chaval en mi ausencia!". Añadió Gonzalo mirándome.
"No sufras que le daré lo justo". Le dije. Pero Paco saltó como movido por un resorte: "¡Y una mierda!. Tú me darás lo que a mí se me antoje". Y añadió dirigiéndose a Gonzalo: "Descuida que quien va a abusar de él soy yo. Y tú ya tendrás lo tuyo cuando vuelvas"
"Anda, cabronazo, que pensaremos todos los días en ti. Venga. Dame un beso". Y le apreté el culo a Gonzalo besándole la boca.

Cumplimos lo prometido y pasamos casi todo el día en la sierra. Y al regresar a Madrid quise que Paco conociese la buena vida, que sólo pueden costearse los ricos, y nos fuimos a cenar a un elegante y precioso restaurante al aire libre. Procuramos divertirnos y pasarlo en grande pero a la mínima salía a relucir Gonzalo y la melancolía se nos asomaba a los ojos.

Antes de volver a casa nos tomamos unas copas, y en uno de los bares dimos con Cris que andaba muy solo.

Al vernos se le animó la cara, aunque se le veía apagado y, cosa rara en él, no intentó meterle mano a Paco ni le hizo proposición alguna. Me extrañó su soledad y me preocupó mucho su actitud; y tuve que interrogarle para que soltase a que se debía aquello. Y la cosa no dejaba de tener su gracia. Resultaba que uno de sus últimos ligues le estaba dando caña y se moría de celos pensando en que podía estar follando con otro. Yo no daba crédito a lo que oía y quise saber más.

"¿Y quién es?". Pregunté.
"Una pequeña que conocí hace unas semanas y me la follo a lo bestia"
"¿Y ya no quiere?"
"Sí. Pero viene a casa a que la folle solamente dos días a la semana y el resto vete tú a saber lo que hace"
"¿Y desde cuando te preocupa lo que hagan luego?"
"Con este sí, porque a pesar de que le puse las cosas claras diciéndole que no estaba dispuesto a dejar de ligar con otros, y que él hiciese lo mismo, ahora me recomen los celos tan sólo con verlo hablar con otro. y el muy cabrón me llama para quedar conmigo y luego no aparece. Como ya te dije, creo que me está puteando a propósito y me tiene hecho polvo"
"Osea que has caído como un pimpín. ¡Si no lo veo no lo creo!. ¡Tú encelado como un colegial!. ¡Qué hábil tiene que ser el muchacho!"
"Es una preciosidad, todo marc...."
"Ya. Lo de marcadito se da por supuesto. ¿Y cómo se llama?"
"Juan José... Y va muy a la moda y siempre huele muy bien"
"¡Osea, que le gusta todo lo que a ti te repatea!"
"Más o menos. Pero me encanta y echamos unos polvos de muerte. Lo malo es que me descompone cuando lo veo de copas con los amigos. Y ya le he dicho que si follo con otros es por su culpa. Porque prefiero hacerlo con él. Y si lo tuviese a mano pasaría del resto de mis ligues"
"¡Me dejas desolado, porque veo que eres una auténtica víctima!... ¿pero cómo se te puede hacer eso a ti?"
"Ya ves. Que me tiene encoñao la puta pequeña"
"¡Lo tienes claro, majo!"

Daba pena verlo en aquel trance. Pero menos mal que apareció otra pequeña que le sonrió al pasar y no lo dudó tres veces para ligársela y llevársela al catre. Por si acaso la otra lo engañaba, dijo.

Al quedarnos solos, y aún a pesar de vernos rodeados de gente, pensamos que los más prudente sería retirarnos a dormir para estar frescos y relajados por la mañana. Se entiende que previamente tendríamos que coger el sueño jugando en la cama un ratito más bien largo, y así lo hicimos. Jugamos un juego eterno e inmutable practicado desde el principio de la vida y que seguirá en boga hasta el fin de los tiempos.

A mediodía fui a buscar a Paco a la tienda. Y, mientras almorzábamos, me contó todas las peripecias ocurridas en el trabajo como el niño que cuenta con pelos y señales lo sucedido en su primer día de colegio. Lo principal era que estaba contento, ya que eso de los trapos siempre le moló cantidad. Y le escuchaba bebiéndome su cara sin perderme ni uno solo de sus gestos. Cada día que pasaba me encandilaba más el chico y notaba que cuanto más conocía su alma mi amor por él iba en aumento. Cuesta trabajo hacerse a la idea de que alguien así vaya perdiendo su generosa hermosura con los años. Puesto que todos con el tiempo dejamos de ser tan bellos y espléndidos como lo fuimos en nuestra juventud. Y no es que quisiese a Paco más que a Gonzalo. No. No era eso exactamente. Pero mientras que a Gonzalo podía imaginarlo sin tenerlo cerca, a Paco lo quería conmigo en todo momento. Necesitaba su aire para respirar y para estar tranquilo, ya que era mi paz y mi sosiego. Con Gonzalo era diferente y suponía ese deseo desesperado que es fundamental para nuestra propia existencia. El dolor de su ausencia podría ser imaginable, pero mi dependencia psíquica hacia Paco había llegado hasta tal punto que sin él difícilmente podría sobrevivir.

Y el problema que desde entonces torturó mi cabeza, hasta volverme loco, era que la situación se me podía ir de la manos sin que ya no dependiese de mí el evitarlo. Fuese consciente de ello o no, el dueño de la situación era Paco y tenía en su mano mis propias riendas y las de Gonzalo, ya que los dos sabíamos que necesitábamos su presencia y dependíamos del universo envuelto en su preciosa y dorada piel de color canela. Y eso no mermaba lo que pudiera existir entre Gonzalo y yo, dado que, además, nos teníamos pillados el uno al otro por el morbo y la fuerza de la atracción sexual. Pero cada vez estaba más claro que ninguno de los dos podríamos prescindir de la apacible ternura de Paco. Y yo mucho menos que Gonzalo. Paco volvió a su trabajo y yo me fui a casa a esperar su regreso. La verdad es que estaba cansado y no tenía puñeteras ganas de hacer nada. Solamente de tumbarme en la terraza con el único propósito de que transcurriese el tiempo hasta la vuelta de Paco. Y a pesar que me había reiterado que llamase a Gonzalo, me convencí que era mejor hacerlo cuando él llegase, y, así, el otro podría hablar con los dos. Y ni siquiera oí la puerta cuando entró Paco, que me encontró inmóvil y desnudo sobre una tumbona acompañado por la música de Albinoni.

"¿Llamaste a Gonzalo?". Preguntó.
"No. Estaba esperando que llegases para hablar los dos con él"
"¿Y qué tal?"
"Aburrido sin ti"
"¡Pobrecito mi niño!.... Anda, llama a Gonzalo"
"¡Qué pasa!. ¿Ya no puedes vivir sin él?". Le dije fingiendo cabreo.
"¡Naturalmente que no!..... Y tú tienes la culpa de eso"
"Al final tendré que dejaros solos y buscarme la vida por otro lado"
"Tu vida está aquí con los dos. ¿O crees que vamos a dejar que te escaquees ahora?"
"¿Con qué piensas atarme?"
"Con esto". Y me dio un besazo en los morros y después preguntó: "Acaso tú puedes estar sin Gonzalo?"
"No.... Pero sin ti tampoco.... Ven que te voy a comer esa boca que tienes"
"Primero llama a Gonzalo, que te conozco"
"¡Qué pesado estás!... Dame el teléfono. ¡Coñazo, más que coñazo!"
"Venga. Que luego me comes lo que quieras"
"El culo"
"Pero bien comido.... Metiéndome bien la lengua... ¡Hasta el fondo!. Como si me follases con eso que tienes ahí"
"¡Ahora sí que me has puesto bueno para hablar con este otro!"
"¡Llama!"
Y llamé: "¿Está Gonzalo, por favor?"
"Soy yo, Adrián. ¿Ya no me conoces?"
"Si. Pero a veces las voces de la familia se parecen mucho"
"Pues soy yo te lo aseguro"
"Dime alguna cochinada para confirmarlo"
"¡Cuando os pesque os voy a follar hasta por la orejas!"
"Vale. Eres tú"
"Estaba esperando vuestra llamada"
"¿Te aburres mucho?"
"¡Tengo ganas de polla y de culo!"
"Dice que está deseando que lo folle vivo". Dije mirando a Paco.
"Eso desde luego, cabronazo". Oí por el teléfono.
"Bueno... ¿Cómo estás?"
"¡Hasta lo cojones!.... ¿Me echáis de menos?"
"¿Qué crees, nene?. ¡Pues claro!.... Sobre todo esta puta que tengo a mi lado que hasta sueña contigo por la noche"
"Y yo con él"
"¡Ah sí!. Y a mí que me den por el culo. ¿No?"
"De momento por ahí sólo te doy yo..... Venga. Déjame hablar con Paco y después ponte otra vez"
"¡No te digo!.... Anda. Ponte que está muerto por ronronear contigo. ... ¡A ver como os ponéis en plan tortolitos!"
"Dime". Inquirió Paco. Y continuó su conversación con Gonzalo, devolviéndome el teléfono para que me despidiera de él y concretásemos la hora a que nos veríamos el próximo domingo en la sierra.
"¿Puedo darte un beso ahora, o corro el riesgo de quedar pegado con tanta dulzura como os dijisteis por teléfono?". Le dije a Paco cogiéndolo por las muñecas.
"¿A qué vienen ahora esos celos?". Me preguntó poniéndose muy serio.
"¿Es que no te das cuenta de lo que está pasando?". Contesté también muy serio.
"Sí. Claro que me doy cuenta.... Sin embargo, no estoy tan seguro de que tú sepas exactamente lo que sucede"
"¿Crees que no, Paco?"
"Creo que a veces eres el más niño de los tres"
"¡Habló la voz de la experiencia!... ¡Esto es cojonudo!. Ahora resulta que el más pequeño pretende darme lecciones!"
"Aunque sea el más pequeño me parece que en esto soy el más sensato de los tres. Y no pretendo dar lecciones a nadie.... Gonzalo es tan joven como yo, pero un poco más niño. Y tú, que eres el mayor con diferencia, deberías saber mejor que nadie lo que pasa entre los tres"
"¿Y crees que no lo sé?"
"¡No!..... Para nada. No sabes de la misa la media. Lo siento, pero es así.... Es cierto que Gonzalo cree estar enamorado de mí como un burro. Pero solamente lo cree. Me quiere. Eso es innegable. Pero no más que a ti. Y además, tanto a él como a mí nos tienes emputecidos sexualmente. No tienes nada que temer en ese sentido ni por mi parte ni por la suya. Se que no debiera decirte esto, pero te bastaría con hacer sonar los dedos y me arrastraría hasta ti, teniéndome otra vez rendido a esa mezcla de suavidad y dureza y ese punto de crueldad que tan sutilmente me administras en la cama. Si hay algo casi invencible es el vicio, y tú nos dominas tanto por el amor que sentimos por ti como por el deseo morboso que nos inspiras. Más de una vez has podido comprobar que por mucho que me desee Gonzalo, en cuanto le pones tus manos encima pierde el sentido y es incapaz de imponer su voluntad en contra del lascivo atractivo que le provocas con tus palabras y tus gestos. Y eso es lo mismo que me sucede a mí. Yo tampoco puedo resistirme cuando me miras o me tocas y menos cuando me tomas aunque lo hicieses por la fuerza. Puede que los dos seamos unos viciosos. Pero si lo somos tú tienes la culpa. Y, por tanto, no pienses que vas a poder privarnos de satisfacer nuestros vicios. Y me refiero sólo a los sexuales. Tu dinero no cuenta en esto y tampoco nos importa como para desearte por eso. Quisiste esta situación, y ahora no te quedan más cojones que procurar mantenerla en paz y felicidad para los tres. ¿Qué importa que quisiese a Gonzalo si no puedo librarme de la adicción que tengo por tu polla?. Ni tampoco él es capaz por mucho que me quisiese en exclusiva. Ten por seguro que también él volvería como un perro en celo a satisfacer tus caprichos sexuales. A ti en la cama te gustan putas, y eso es lo que tienes. Dos putones desorejados, que en cuanto les hablas del catre se les pone la picha tiesa, se le caen las bragas, y ya sólo piensan con el culo..... ¡Y además te diré que estás ciego. Porque si por alguien bebe los vientos Gonzalo es por ti, so mamón!. Sí. Por ti. ¡Y yo también, cabrón de mierda!. Lo único que hacemos es consolarnos mutuamente por los celos que de vez en cuando sentimos al tener que compartirte entre los dos"

Escuché su perorata sin rechistar, y antes que continuase bombardeándome me lancé sobre él, que estaba en la otra tumbona, y puse a prueba lo que me había dicho respecto a su propensión al vicio. Y verdaderamente era cierto. En cuanto le metí mano se vino abajo su seriedad, entregándose de plano, abierto en cuerpo y alma, y lo follé hasta que gritó rogándome que parara y le dejase correrse a borbotones.

Quedamos rotos tendidos en la terraza, y Paco entornó la mirada y sonrieron sus ojos de avellana al decirme:

"Ni tus títulos ni tu dinero valen una mierda comparado con eso que tienes entre las piernas, cabrón"
"¿Lo dices en serio?". Insistí buscando el halago.
"De verdad..... ¡Y no digamos con que habilidad lo manejas cuando está dentro de un culo!. Eres un condenado maestro de la jodienda, so maricón"
"¡Calla que me excito otra vez!. Y luego ya sabes las consecuencias"
"Me tiene sin cuidado que me dejes el culo como un colador, o me lo rompas de un pollazo. ¡Antes muerto que no volver a tener eso dentro!.... ¡Pero eres un bestia y me dejas el agujero para los restos!...... ¡Me encanta que me la metas, animal!.... Y ahora estoy para el arrastre cual despojo humano refollado"
"¡Te callas, o te doy la vuelta otra vez!. Tu eliges".

Lo amenacé no muy convencido de que en ese momento pudiese cumplir si elegía lo segundo. Pero afortunadamente se calló y quedó relajadamente dichoso en su tumbona.

Yo sería un poco cabrón, pero él sabía jugar conmigo como le daba la gana. Me tenía cogida la aguja de marear y me hacía bailar como una peonza cuando le salía de su maravilloso culito. ¿Cómo algo aparentemente tan secundario puede resultar tan preciado?. Podría asegurar que por un buen culo media humanidad perdería la cabeza. Quizás sea un instinto heredado desde los tiempos de la evolución, pero un buen culo es un buen culo, y ante tal panorama la vista se nos nubla y la mente se enajena entrando en estado de catarsis. No somos completamente dueños de nuestros actos cuando se trata de un magnífico y respetable trasero. Y en esta cuestión incluso el género del sexo importa menos, dado que tanto para la mayoría de los heterosexuales como de los homosexuales, hombres o mujeres, el culo importa un huevo. ¡O dos, si son pequeños!. Y quien nace con un buen culo, tendrá buena suerte en este jodido mundo. Porque se diga o no, la suerte es lo que vale en definitiva. Ya que de nada sirve ser un genio si no tienes potra, o un padrino que palie su defecto. La mayor parte de la gente triunfa no sólo por lo que vale sino por su buena chorra o los enchufes que sepa buscarse por cualquier medio. Y en este punto un buen culo también es fundamental. Atrae mucho y siempre gusta tener cerca la presencia de un soberbio ejemplar. A veces la inteligencia y los conocimientos cuentan menos que las virtudes físicas u otros merecimientos no tan visibles. Tampoco debemos olvidar la falta de escrúpulos, que también es un punto a tener en cuenta a la hora de ser alguien en la vida, o, cuando menos, de amasar dinero. Ya se sabe. Así es el mundo y sus humanos moradores. ¡Y qué le vamos a hacer!.

El domingo nos fuimos temprano a la sierra para recoger a Gonzalo e ir de excursión a La Granja. Estaba tan ansioso por vernos como el crío que añora a su madre después de pasar un mes en un campamento de verano. Sin previo acuerdo, Paco y yo decidimos mimarlo un poco y nos deshicimos en contemplaciones con él, dejando que planease donde, como y de que manera deseaba que pasásemos el día. Al chaval le daba igual una cosa que otra y lo único que exigía era un buen folleteo porque tenía los huevos que le reventaban. Y no debía ser una mera exageración, a la vista del bulto que le hacían los pantalones en la entrepierna. ¡Mentiría si digo que no estaba guapo, el hijo de su madre!. En pantalón corto, aquellas piernas rotundas y morenas, cubiertas por una fina capa de vello, eran irresistibles para cualquiera. ¡Y no digamos la curva de sus nalgas!. Paco lo miraba embobado y a mí se me caía la baba viendo su boca entreabierta, como esperando el mejor de los besos, y unos ojazos verdes, presumiendo de pestañas, que parece que te desnudan sólo con rozarte su mirada. También se había cortado mucho el pelo y la nuca se veía preciosa. Hay gente que tienen días en los que están de un guapo subido, y Gonzalo sin duda estaba entre ellos esa mañana. Bueno. Gonzalo no necesita días especiales para estar guapo, como tampoco le hacen falta a Paco, pero ese domingo su atractivo era sencillamente arrollador y no pude reprimir mis deseos de meterle mano por la pernera y agarrarle el pollón. El cabrón se puso como un toro y notaba en mi mano el manubrio a punto de estallar. Lo que puso el mío también a tono con las circunstancias.

"¡Estás bueno, chaval!". Dije sopesando la calentura del muchacho.
"Y como no desahogue pronto exploto... Osea que vete pensando rápido donde podemos ir a follar"
"¿No hay por aquí ningún pantano?". Preguntó Paco igualmente empalmado.

Lo del pantano podía ser una posibilidad, ya que tampoco está mal echar un polvete naturalista. Pero, eso sí, cuidando en todo caso la higiene exterior e interior, no vaya a suceder que algún infortunado accidente te pringue tus preciosos calzoncillos de marca y vuelvas a casa con un olor que no te aguantas ni tú mismo, como ya le pasó a más de uno. De todas formas, en nuestro caso era preferible una cómoda intimidad y busqué mejor solución al problema.

"Sé donde podemos ir.... Alcánzame el teléfono". Dije.

Por suerte mi tía Rita (una hermana de mi padre), que es mi madrina, tiene una casa en La Granja, donde casi nunca va, y me había dejado las llaves precisamente para echar un vistazo a la finca. Pero lo más prudente era cerciorarse primero de que no había nadie en ella, para pasar allí parte del día los tres solitos aprovechando la intimidad de la casa y desfogar nuestros ardores eróticos. Y en especial los de Gonzalo.

Lógicamente mis muchachos se pusieron como locos y lucían sonrisas de oreja a oreja pensando en el polvazo que pronto tendría lugar en un ignorado predio de La Granja. ¡Pobre el culo que cogiese por banda el inflamado nabo de Gonzalito!. ¿Quién de nosotros dos iba a ser el afortunado?. No es por nada, pero ya me encargaría yo de que fuese Paquito. Y después del primer envite ya me tocaría a mí. Porque, aunque aquella cosa me encantase, todavía me costaba pasar de ciertos límites. Y en esa ocasión el cipote del niño no era para tomarlo a broma de tan caliente y saturado de leche que estaba.

Como diría Cris, la follada fue de muerte, y pude comprobar que Paco también tenía razón respecto a Gonzalo, ya que no sólo reclamaba mi atención mirándome hasta abrasarme con los ojos, sino que le faltó tiempo para ponerse a cuatro patas pidiéndome que le partiese el culo follándolo. Por supuesto los dos se la clavamos a tope a Paco, y todavía nos quedaron fuerzas para que Gonzalo también me diese lo mío. Fue lo que se dice una tarde muy completa para los tres.

Y lo que también comprobé una vez más, es que yo precisaba de aquel fornido jugador de balonmano para estar completo, tanto como el pato necesita del agua para desenvolverse. E irremediablemente volvía a la invariable conclusión de que sin mis dos amantes estaba perdido en un mundo aterrador y vacío. Y fuese cual fuese el precio, tendría que estar dispuesto a pagarlo con tal de mantener indisoluble aquel trío, alimentando día a día la ilusión para seguir viviendo en nuestro particular universo de fantasías.

Con el regreso de Gonzalo a Madrid intensificamos nuestra vida social, un poco dejada de lado hasta entonces, frecuentando más asiduamente nuestras amistades y asistiendo a varias fiestas.

De todas formas con quien más salíamos de cena era con Enrique y Raúl, dado que la velada con ellos era siempre más tranquila y les caían muy bien tanto a Gonzalo como a Paco.

Y así fueron pasando los días y también el verano. Y como mis dos amantes quisieron ir a Italia en septiembre, allá nos fuimos los tres en amor y compañía. Y nunca mejor dicha tal cosa.



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