miércoles, 3 de febrero de 2010

"Mejor con dos" Capítulo VIII

Faltaba muy poco para las ocho y pronto sonaría el timbre de la puerta apareciendo en ella Gonzalo. Pretendía evadirme de mis inquietudes oyendo a Chopin, pero la música no conseguía distraer mis pensamientos. Muy al contrario, la melodía traía a mi mente la mediterránea belleza de Paco y la dulzura de sus besos enredadas en alegre juego con la hermosura y la chispa desenfadada de Gonzalo. Sus cuerpos se desvanecían para surgir en pequeños gestos y ademanes que te van prendiendo en esa forma de ser que sin apenas darte cuenta ya amas. En un primer momento es indudable que influye la vista; sin embargo, al profundizar en un ser llegas a quererle más por como es que por su imagen externa. Me sorprendía a mí mismo que en tan poco tiempo pusiese recordar tan claramente el inicio de sus sonrisas, o el modo de inclinar la cabeza o tocarse el pelo, la caída de sus párpados al cerrar los ojos, o simplemente la forma de abandonarse al sueño. Y precisamente lo importante suelen ser esas pequeñas cosas. Eso es lo que recordamos más fácilmente al pasar los años, y el resto normalmente se idealiza, se minimiza, o exagera.

El din don electrónico me crispó y rápidamente abrí la puerta. Ya tenía a Gonzalo ante mí, más guapo, más moreno, y más sonriente que nunca. Seguro de sí, apenas dijo hola me largó un beso rodeándome el cuello con sus brazos, y su sabor evocó en mí las delicias que en breves instantes podría perder. Le abracé la cintura con más cariño que pasión y nos sentamos en el sofá del salón. 

Estábamos tan cerca que inexorablemente su atracción me arrastraba a él. Bastaba con que yo no hablase y lo haría mío apurando nuevamente el dulce vino del placer sorbo a sorbo, inmersos una vez más en el deseo de eternidad que provoca el amor. ¿Acaso no deseaba con todas mis ansias el deleite de sumergirme en él?. ¿No deseaba paladear su esencia impregnándome con su propia vida uniendo a la mía su misma existencia?. Indudablemente que sí, pero nunca a costa de silenciar mi alma dividida por el otro amor.

"Bueno. ¿Y qué me cuentas?. Preguntó Gonzalo.
"Primero toma esto.... Lo vi en una tienda y me gustó". Le interrumpí cogiendo un pequeño paquete colocado sobre la mesa.
"Muchas gracias... ¿Qué es?"
"Abrelo"
"Muy fino el paquete... Muy bonito...... Me gusta. Gracias... Un beso".

Y me besó ardientemente en la boca.

Aunque quisiera no podría negar que en ese momento la pasión me abrasaba por dentro, secándome la garganta, y hubiera dado el mundo porque no existiese Paco. Pero no sólo era real sino que lo veía entre nosotros dos y mi imaginación albergaba su presencia amparando de este modo el derecho a su parte de amor.

"Supongo que es de tu talla porque creo que me sé de memoria el calibre de tu cintura..... ¿Me dejas que te lo pruebe?.

Y lo rodeé con el cinturón por encima de sus caderas devolviéndole el beso que me había dado antes. Y eso bastó para que Gonzalo quisiese lanzarse en picado, pero conseguí controlar la situación ofreciéndole algo de beber. Fui con una inusual diligencia a la cocina y de regreso me detuve un breve instante para coger aire. No tenía ni puta idea de como afrontar la cuestión. ¿Sería mejor a la brava o daría un sinuoso rodeo?. ¿O sería más sensato follar primero y dejar lo de Paco para la resaca posterior al ajetreo?. No. Si algo debía tener claro en este follón, es que tenía que ser honesto con ellos y conmigo en todo momento. Volví a sentarme y serví la bebida a Gonzalo. 

"Estás algo más moreno... ¿No?"
"Tú también. Se ve que en la sierra estudiabas al sol"
"¡Hombre claro!... De estar jodido el menos aprovechar lo que se pueda"
"¿Sólo jodido de estudiar?"
"Por desgracia sí"
"¿No tenías a nadie por allí cerca?"
"Si nadie se refiere a ti, no"
"¿Es que no hay más nadies?"
"Por ahora no"
"¿Sólo por ahora?"
"Adrián, qué te pasa"
"¿Por?"
"Porque te encuentro raro... No sé. Como si estuvieses también en otro sitio diferente a este.... Es como si quisieses decirme algo y no supieses por donde empezar"
"¿Me quieres?". Pregunté de sopetón.
"Me gustas"
"¿Sólo eso?"
"Me gustas mucho..... Más que cualquier otro. Mejor dicho, más que ninguno otro. Nunca había sentido nada igual"
"Entonces me quieres. ¿Verdad?"
"Puede que sí... ¿Y tú?... ¿Me quieres a mi?"
"Sí"
"¿Estás seguro?"
"Totalmente seguro"
"¿Y entonces cuál es el problema?". Preguntó Gonzalo desconcertado.
"Que no sólo te quiero a ti"
"¡No me digas que estás casado o que tienes una novia y te vas a casar!"
"No... No es nada de eso"
"Entonces tienes novio.... ¿Y se puede saber desde cuando?"
"No es exactamente un novio... Es otro muchacho que conocí ahora en Ibiza"
"¡qué fuerte!. ¿No?..... ¿Y cómo se llama el afortunado?"
"Paco"
"¿Es guapo?"
"Tanto como tú"
"¿Joven?"
"Lo mismo que tú"
"Y le quieres más que a mi, claro"
"No"
"¿Me quieres más a mi?
"No"
"Quien te entienda que te compre, chaval"
"Es muy simple. Os quiero a los dos"
"¿De qué vas, tío?... ¿Te lo piensas montar una temporadita con uno y después con el otro?"
"No me entiendes"
"¡Perdona!. Soy algo burro y no capto bien el mensaje"
"No quiero que te enfades"
"¿Enfadarme yo?.... ¡Sólo faltaría!.... ¡Con lo claro que me lo estás poniendo!"
"Precisamente lo que intento es dejar las cosas claras... Yo no pretendo pasar un tiempo con uno y después con el otro, sino con los dos. Los tres juntos"
"¿Me estás proponiendo hacer un trío?.... Pues para eso no tenías que ir tan lejos. Me lo hubieses dicho y en paz. A lo mejor te digo que sí. Y mira, nunca probé y hasta puede ser que me guste la historia... Jamás se puede descartar nada sin experimentarlo.... Y cual es tu deseo. ¿Que me folle él también o que nos lo follemos juntos?.... O ambas cosas, naturalmente... ¡O puede que te mole vernos follar a los dos!"
"No tampoco se trata de nada tan simple como todo eso. Ni que pruebes tal experiencia o dejes de hacerlo. Mi alma se partió en dos y sólo juntos podéis volver a unirla. Al estar con él tú también estabas por medio y no podía apartarte de mi. Y ahora, aún estando a tu lado, tampoco me olvido de él"
"Y cuando follabais también te acordabas de mi?"
"Precisamente era cuando más me acordaba"
"Eso era que no te lo hacía bien"
"Maravillosamente bien"
"¿Mejor que yo?... Supongo que sí por lo que veo"
"Distinto"
"¿Y que te hacía?... Como se lo monta el chico?"
"Casi como tu"
"Llevando tú la voz cantante, naturalmente"
"Naturalmente. Como tú dices, para eso soy el mayor"
"El más viejo. Pero me estás pareciendo un niño encaprichado con tus juguetes"
"¡Ojalá sólo fueseis juguetes!. Pero sois mucho más de lo que nunca imaginé, y estoy convencido que os necesito a los dos. Ambos me dais lo que nadie supo darme jamás. Y a pesar de que os conozco desde hace poco tiempo, sé que a partir de ahora me será muy difícil prescindir de cualquiera de los dos"
"¡Alucino en colores contigo!". Dijo Gonzalo aún más perplejo.
"Lo lamento de veras mi amor, pero no puedo remediarlo"
"¡Mi mierda, diría yo!. ¡Lo único claro es que te lo pasaste pipa rompiéndole el culo al Paquito ese, y yo matándome a pajas pensando en ti, so cabrón!.... ¡Y encima dice que se acordaba de mi!... Sería para brindarme el polvo... ¡No te jode el tío!"
"Paco.... Perdón. Gonzalo...."
"Sí. Gonzalo. Soy Gon-za-lo. ¡Eh!... Al menos él te tuvo una semana de día y de noche. Pero yo nada.... En total tres o cuatro polvos y punto. A otra cosa. A joder con Paquito, y cuando vuelva de las vacaciones ya te la meteré otro poquito, chaval... ¡Ah!. No faltaría más. Un cinturón de regalo por haber sido bueno, tontín. Para que fuese todo más completo, debería ser de castidad. Así estarías más seguro de que en tu ausencia solamente me la menearía por partes... ¿No te parece?"

La angustia me atenazaba la garganta secándome la lengua y permanecí en silencio porque nada podía decir. El dolor de Gonzalo me dolía más que el mío. y mucho más aún por ser yo el causante de su sufrimiento. ¿Pero qué iba a decirle?. Cuanto más lo miraba, más lo quería y deseaba. Y cuanto más me rompía el alma más me entraba dentro de ella.

"¡Di algo!". Gritó. E inmediatamente rompió a llorar.

Lo cogí en mis brazos, apretándolo fuertemente contra mi pecho y meciéndolo como a un niño, y besé sus cabellos intentando acallar sus sollozos y los míos. Lloramos hasta acabar con las lágrimas del mundo, y seguimos apretándonos en un largo abrazo de besos y caricias. Y por fin su voz rompió el silencio.

"Amame por favor... Adrián, ámame... Te quiero.... Yo también te quiero"
"Sí mi amor..... Necesito tu amor como la vida y por eso debes saberlo todo. Jamás podrá haber secretos entre tú y yo. Sería traicionar lo más sagrado que pueda haber entre nosotros.... Tranquilízate mi amor... Estoy contigo y quiero estarlo siempre"
"Adrián quiero que me hagas el amor como a nadie se lo has hecho jamás. Quiero que seamos absolutamente el uno del otro. Y aunque sea esta la última vez hazlo sólo conmigo y sin nadie más. Solos tú y yo. Totalmente solos los dos... Vamos.... Ven conmigo"

Al abrir de nuevo los ojos, me di cuenta que en la calma que sigue al huracán nos habíamos dormido. Gonzalo continuaba pegado a mi espalda, sujetándome por detrás como si fuese su oso de peluche, y aún seguía soñando. No podía zafarme de él sin despertarlo, y me mantuve quieto cultivando una dulce duermevela mientras repasaba el fuego en el que nos abrasáramos tres horas antes. Esta vez fue Gonzalo quien llevó la iniciativa en todo momento. Quiso llevar la voz cantante (como solía decirme) y yo, con una complacencia inconmensurable, me fui dejando querer mientras la fiebre nos arrebataba el alma. Libamos el sexo como abejas avariciosas. Y sin necesidad de imponerse se abrió camino en mi carne llenando mis entrañas con la suya. Y me sentí más hombre que nunca al degustar (por primera vez sin dolor) ese extraño delirio, que cuanto más fuerte lo sentimos más placentero nos resulta. El me fecundó con su fuerza e inocencia y yo, haciéndolo al contrario, le aporté mi experiencia. Y nuestra vida, fundida en una, se derramó sobre nosotros. Nos pudo el cansancio, pero la magia de nuestro sueño la defendimos entrelazados en un único cuerpo.

Tuvo que pasar media hora más para que Gonzalo despertase y me librase de sus brazos. Me volví hacia él para mimar su vuelta en sí, e hice que ronronease como un gato mimoso. Su despertar tenía cara de haber sido feliz en su sueño. Y cuando ya pasaban las once y media, mis tripas gritaban de hambre, al igual que las de Gonzalo que también empezaban a quejarse. Pero la verdad es que no nos apetecía una mierda vestirnos y salir a la calle. Lo malo era que, aunque había suficientes cosas en el frigorífico, yo nunca fui un buen cocinero. Y mira por donde, Gonzalo me sorprendió una vez más y resultó un cocinero lo bastante bueno como para preparar un aceptabilísimo menú.
Sentados a la mesa (con velas encendidas y todo) parecíamos la idealización perfecta de una pareja de enamorados.

Flotábamos de emoción, y confieso que ni tenía a Paco en mi recuerdo ni tampoco deseaba sacarlo a colación, pero Gonzalo retomó el problema insistiendo en conocer toda la historia. Conté paso a paso lo sucedido en Ibiza sin omitir nada, y me escuchó en silencio sin reprimir que en algún momento sus ojos se humedeciesen. Y al terminar me preguntó:

"¿Estás seguro de que él también te quiere?"
"Sí... Creo que sí... Tendría que ser un gran actor para fingir tan bien... Y, de todas formas, hay cosas difíciles de disimular y el engaño no se mantiene tanto tiempo"
"¿Y por qué no le hablaste de mi?"
"No sé... Entonces aún no lo tenía demasiado claro... Es posible que inconscientemente quisiese que tú lo supieses antes que él"
"¿Vas a hablarle de mi?"
"Claro"
"¿Por teléfono?"
"No... No sería justo. Hay que decírselo cara a cara aunque resulte mucho más duro. ¿No crees?"
"Sí.... ¿Y si no te dejo volver con él?"
"Sí me dejarás. Tú mismo querrás que lo haga... ¿O acaso quieres vivir con un fantasma?"
"No prefiero luchar con él en igualdad de condiciones"
"No se trata de que luches ni te pelees con él. Si le conocieses seguro que le querrías también.... Es un chaval verdaderamente encantador... Casi tanto como tú.... en serio.... Es un chico estupendo"
"De momento para mi sólo es un chulo... Puede que arrepentido, pero un chulo"
"¿No es un chulo!. Es tan buen muchacho como tú. O incluso más niño si cabe"
"¿Y por qué a él no le diste lo mismo que me diste a ahora a mi?"
"Porque tú y él sois distintos. Y cada uno me dais y me cogéis lo que en ese instante necesitamos ambos... Nada más"
"¿Tienes alguna fotografía?"
"Sí... ¿Quieres verla?"
"Me da igual"
"Espera".

Y me levanté para coger unas fotografías que había hecho en Ibiza con Paco.

Gonzalo las miró despacio sin decir nada, y remiró un primer plano de la cara de Paco, que estaba realmente guapísimo, y dijo:

"Al menos es fotogénico"
"Es guapo". Dije yo.

Quedamos callados y Gonzalo cogió mi mano rozando son sus labios los dedos, lenta y suavemente, y me miró tiernamente.

Aquello iba a ser lo que desencadenase nuevamente nuestro furor y volvimos a enzarzarnos, con renovado ímpetu, en un arrebato mucho más vehemente que cualquiera de los anteriores. Ya no llevaba la voz cantante ninguno de los dos, sino que ambos gozábamos del placer que sentía el otro. Sin necesidad de palabras nos turnamos ofreciendo el pene o el culo al otro para que se despachase a gusto con lo que pudiera apetecerle hacer en ese instante. Me abrió las nalgas y comió mi esfínter antes de empalarme otra vez en su erguida estaca de carne dura y latiente. Noté como me invadía deslizándose sin oposición ni esfuerzo, y creí perder el sentido con cada empujón que me propinaba para enterrármela cada vez más adentro. Supongo que a muchos de mis lectores los habrán follado a gusto y han ascendido al cielo en un delirante torbellino de sensaciones casi inimaginables, pero lo que si puedo decirles es que Gonzalo no sólo me sodomizó ese día, sino que me folló el alma dándome por el culo en toda regla. A él también le tocó su turno y lo enculé con todas mis fuerzas haciendo que sus nalgas rebotasen en mis muslos como la goma maciza contra un muro. El chico resoplaba como un búfalo en plena carrera sobre la sabana africana, y cuanto más me sentía más me rogaba que se la clavase rompiéndole el ano. Vertimos cuanta reserva de semen pudiera quedarnos, y el sudor nos bañaba de pies a cabeza goteando las sábanas. 

Y así continuamos sin pausa y sin prisa hasta que la efusión amorosa nos transportó a la madrugada, alcanzando una intensa plenitud emocional (¡Qué bonito!). Pero me reventó el hígado la alarma del puñetero despertador anunciando las ocho de la mañana. Gonzalo ni se había enterado y me costó un triunfo despabilarlo para ir a la escuela. Daba pena hacerlo. Tanto, que si no me hubiese advertido que tenía una clase importante habría dejado que durmiese algo más y ya lo llamaría a media mañana desde el banco. Lo incorporé en la cama con esfuerzo, obligándole a sacudirse las somnolientas telarañas, y lo arrastré literalmente a la ducha para que reaccionase bajo el agua. Costó un Potosí conseguir que Gonzalo se despejase al no haber dormido lo suficiente. Estaba más impertinente que un crío chico. Aunque también es verdad que, como a los críos, lo contenté con poca cosa. Bastaron dos o tres arrumacos y enseguida salió a relucir su talante jovial y su risa cascabelera. En todo caso, la separación iba a ser corta , ya que, con todo lo sucedido, necesitábamos acompañarnos mutuamente y determinamos que nos veríamos en mi casa después del almuerzo. El debía estudiar, pero lo haría en mi apartamento para estar más tiempo juntos. Y para ello prometimos un razonable comportamiento que no le impidiese hacerlo. Otra caso sería que pudiésemos contener nuestros apetitos cada vez más a flor de piel.
La jornada en el banco se me hizo interminable entre la excitación nerviosa y el afán por estar con Gonzalo. Pero hacia las doce vino en mi ayuda Enrique, que había salido del trabajo para hacer unas gestiones y tuvo la feliz ocurrencia de pasarse por mi oficina con la intención de invitarme a tomar un piscolabis. Lo del refrigerio era una burda excusa, naturalmente. Su verdadera intención era saber lo que había pasado con Gonzalo y si me había atrevido a plantearle lo de Paco. Al principio no quedó muy convencido, pero terminado el relato (con los cortes de censura que la prudencia aconseja, ya que, en contra de la opinión de Cris, hay ciertas intimidades que a nadie interesan) se mostró bastante sorprendido por la reacción del muchacho, ya que estaba seguro que me mandaría al carajo por frívolo y pendón. Y con toda la razón del mundo, además. Desde luego, él no me habría pasado semejante desvarío. y acabó por compadecerse del pobre chico por lo muy colado que demostraba estar por mí, y lo mucho que iba a sufrir por ello. Estuve por agradecerle el buen concepto en que me tenía en cuestiones amorosas, dándole una hostia por mamón, pero me contuve por el mero hecho de que estábamos en un lugar público y nunca me gustó hacer escándalos de forma gratuita. Quise razonar haciéndole comprender que sus ideas sobre el amor y las relaciones de pareja no gozaban del privilegio de la suprema verdad, sino que, aunque le pareciese mentira, existían otras tan buenas como las suyas; y, por tanto, defendibles igualmente. Y ello, sin suponer, bajo ningún concepto, que mis sentimientos hacia los dos chicos fuesen el paradigma del amor perfecto. Ni mucho menos el modelo a seguir para que se desenvolviese una relación ideal. Quizás fuese un tipo raro de amor, o solamente una mera ilusión pasajera, pero mientras lo creyese posible tenía que ser sincero contigo mismo y ante todo con los dos chavales.

Enrique admitió entenderme, pero tácitamente preferimos cambiar de conversación, y me habló de su fantástica relación con Raúl (de lo que me alegro infinito) y de la maravillosas y emocionantes vacaciones que habían disfrutado durante la semana santa (lo que también me sigue alegrando mogollón). Y esto lo digo sin ningún tipo de cachondeo, ya que me alegro de lo bien que puedan pasárselo mis amigos. No sólo me alegro, sino que disfruto sabiéndolos felices. De lo contrario poco los querría y no tendría sentido que los considerase como tal. Y conste que Enrique también desea que sea feliz y me lo pase pipa. Lo que sucede es que siempre fue más remilgado para ciertas cosas (sobre todo en cuanto al sexo) y querría que compartiese sus ideas y teorías (mucho más conservadoras que las mías) respecto a tal materia. Piensa que así, con un criterio más formalista, serían menos frecuentes esos fútiles devaneos amorosos que nunca llegan a ninguna parte. Excepto al catre, lógicamente. Y que, por otra parte, eso es precisamente lo que se pretende con ellos, como seguramente afirmaría mi amigo Cris con su incorregible frivolidad. En fin. Me pareció imposible lograr que Enrique comprendiese mi situación, y pensé que quizá el tiempo consiguiese demostrarle que esa clase de amor también existe y es posible mantenerlo como cualquier otro mucho más convencional.

Comí en uno de mis restaurante habituales cercano al banco, y regresé a casa con tiempo suficiente para llamar al móvil de Paco. Porque esto del móvil ya es una fiebre incontenible, y casi se puede asegurar que no queda bicho viviente que no esté localizable a través de dichos artefactos. Y sobre todo los gay. ¿Qué sería de nuestra vida sexual sin el móvil?. ¿De qué forma mantendríamos contacto con nuestros chulazos?. Para poder sobrevivir hoy en nuestro mundo, el móvil es casi tan fundamental como el condón o unos calzoncillos Calvin Klein. Bueno esto puede que sea algo exagerado, pero lo cierto es que hay cosas imprescindibles para todo gay que se precie. Y lo más vital a la hora de meterla en agujero ajeno, tanto para los gay como para los hetero, es un resistente y aséptico condón.

Volviendo al asunto, a Paco solamente pude dejarle un mensaje en el puto contestador (¡y mira que me jode ese invento!), porque la voz gangosa de una señorita me dijo que el coño del teléfono no se hallaba operativo. Me entretuve haciendo café mientras esperaba la llamada de Paco o la llegada de Gonzalo, y fue la primera la que se adelantó apenas transcurrido un cuarto de hora, después de haber dejado el mensaje.

"¿Diga?"
"¿Adrián?. Soy Paco... ¿Cómo estás?"
"Bien.... ¿Y tú?"
"Contento con el trabajo, pero deseando verte... Sé que no se puede tener todo, pero tengo ganas de ti"
"Pronto nos veremos.... Quizás antes de lo que pensaba"
"¿Vas a venir?"
"Creo que sí... Primero tengo que ir a Galicia con mi madre. Pero procuraré ir cuanto antes"
"No me hagas ilusiones si no piensas volver"
"Si digo que iré es porque voy a estar contigo... Primero porque quiero verte de nuevo. Y segundo porque tenemos que hablar"
"¿Sobre qué?"
"¿Sobre que imaginas?"
"No sé"
"Sí sabes"
"Dímelo tú"
"No seas curioso. Ya lo sabrás"
"Dímelo"
"Por teléfono no"
"No seas cabrón... Venga"
"Cuando estemos juntos... Además tampoco la cosa es para contarla por teléfono"
"¿Me quieres?"
"También lo sabes"
"¿Te acuerdas de mí?"
"Sí... ¿Y tú?"
"¡Qué cachondo eres!... ¿Tengo que contestarte?"
"Me gustaría oírlo"
"Sí... A todas horas.... Cambiaste mi vida y todavía no me lo puedo creer"
"Yo no cambié nada. Nosotros mismos cambiamos nuestras vidas. Yo sólo te eché una mano, pero el resto es cosa tuya"
"¡Macho, si te sigo es por lo bien que hablas... Como tu digas. Pero desde que te conocí las cosas son distintas... Puede que sea verdad lo que dices, pero yo digo que es gracias a ti"
"Agradécemelo cuando estemos juntos"
"Cuando y como tu quieras. Sólo tienes que decirme el lugar y el modo"
"El cuando ya te lo he dicho. Cuando estemos juntos. Y el modo no tengo que decírtelo. No hace falta. Sabes de sobra como hacerlo. Y eso no creo que suponga agradecimiento por tu parte. O al menos espero que sea otra cosa y no eso"
"Sí, pero también me gusta oírte decir lo que vas a pedirme o que deseas hacer conmigo"
"Pues no te lo voy a decir... Bueno. A lo mejor mañana cuando vuelva a llamarte"
"¿Vas a llamar mañana también?"
"¿No quieres?"
"¡Sí!"
"¿Entonces?"
"Te quiero"
"Yo también"
"Dímelo"
"Te quiero"
"Otra vez"
"No te pongas pesado"
"Dímelo"
"Te quiero... Te quiero.... Te quiero... "
"Hasta mañana.... Un beso"
"Ciao... Un beso"
"Besos"

Debía ir a Ibiza cuanto antes y decírselo también a Paco. ¿Pero cómo lo tomaría?. Me daba más pánico herirlo a él que a Gonzalo, ya que su situación era difícil y lo hacía más vulnerable que a éste. ¿Por qué no le habría hablado del otro antes de que la historia empezase a coger tono?. En aquel momento no me pareció prudente, pero ahora lo lamentaba un montón.

E
l timbre de la puerta me devolvió de nuevo al plano real, y mis preocupaciones mitigaban su rigor con sólo ver a Gonzalo.

"¡Hola!"
"Hola"
"Un beso gordo"
"Toma beso gordo"
"¿Todo bien?"
"Ahora estupendamente.... ¿Trajiste todos los libros?"
"Todos... Pero lo que no traje son demasiadas ganas de estudiar"
"¡De eso nada!... Vienes a estudiar y vas a estudiar"
"Sí papi... ¿Me castigarás si no lo hago?"
"Naturalmente"
"¿Y cómo?"
"Te lo diré a su debido tiempo"
"¿Y si estudio qué me vas a dar?"
"También te lo diré en su momento... Primero estudia, y luego ya veremos que te doy"
"¿Me das lo que yo quiera?"
"Sí. Lo que tú quieras, pero estudia"
"Primero quiero café"
"Vale.... Café.... Pues vete poniéndote que ya lo preparo"
"¿Cómo prefieres, boca abajo o boca arriba?"
"Con la boquita encima del libro... Venga".

Dije dándole una palmada en las cachas y entré en la cocina para hacer café.

Sorbimos despacito, aspirando el aroma del café, alargando los breves minutos de que disponíamos antes que Gonzalo comenzase a chapar. Y estudió mucho, después de todo. Se comió los libros hasta que, pasada la mitad de la tarde, lo interrumpí con la excusa de una pequeña merienda. Aunque la verdad era que no aguantaba más sin tenerlo un ratito para mí, y me agradeció la distracción, no sólo por mi compañía, sino porque sin duda tenía apetito. O al menos eso demostraban las ganas con que lo comió todo. Tampoco voy a negar que nos hicimos algunas tonterías, pero supimos comportarnos como casi adultos. Y terminado el descanso, Gonzalo puso otra vez los codos sobre la mesa sin rechistar y no levantó cabeza hasta que llegó la cena que había pedido al restaurante más cercano. Después vimos la tele, y sobre todo hablamos de nuestras cosas y también de Paco. Porque el chaval lo saco a relucir y me preguntó si había hablado con él. Contesté que sí, y quiso saber que tal estaba y si conocía su existencia.

"Todavía no". Dije. "Ha de ser en persona como hice contigo". Añadí.

Quedó callado pero lo comprendió. Y empezó a darme la impresión que se iba encariñando con Paco, e incluso pensé si no sería mejor sacrificar a uno quedándome sólo con el otro como decía Enrique. El problema no solamente era que no supiese a cual eliminar, sino que ni me apetecía hacerlo ni me sentía capaz de ello.

Gonzalo empolló otra vez sus libros durante un largo rato. Y cuando el cansancio ya lo vencía, lo rescaté en mis brazos envolviéndolo en ternura y soplando a su oído amorosas caricias. Aunque tenía sueño su naturaleza respondía contra viento y marea. ¡Ni que por sus venas corriese semen en lugar de sangre!. Le evité el mínimo esfuerzo y le di un masaje por todo el cuerpo, que en vez de relajarlo como era mi intención (eso puedo jurarlo), se puso a cien por hora, soplando como el potro que apenas sabe aún montar una yegua. Estaba visto que así no se dormía ni el enano dormilón de Blanca Nieves. E impidiendo que se levantase se la mamé, presionándole la punta del capullo con los labios y masajeándole los cojones, mientras yo me la cascaba con la otra mano. 

Apaciguado el primer arranque nos dormimos casi incrustados de puro apretarnos, y esa noche fue realmente sublime a pesar de que no hubo más sexo. y por primera vez desde que había conocido a Paco no necesité más compañía que la de Gonzalo. Este chaval supo encontrar dentro de mí lo más positivo de mi personalidad, y consiguió sacar a la luz desde lo más recóndito mi auténtica esencia. Y aquí no pienso hacer ningún comentario más.
Flotando en un séptimo cielo nos encontró el fin de semana. No sé por qué tiene que ser precisamente el séptimo, que me suena a la caballería yanqui de las películas del oeste, pero desde pequeño oí decirlo, y ahora me pareció bien ponerlo aquí. ¡Qué le vamos a hacer!. Caprichos de autor. Pero sigo con la historia. Me hubiera gustado un montón llevar a Gonzalo a Galicia, pero yendo a ver a mi abuelo, que es algo carca, la verdad es que no lo consideré muy acertado. Y no por mi madre que estoy seguro que el chico le va a encantar en cuanto lo vea. Y, después de todo, sólo estaría fuera el fin de semana y la cosa tampoco era para tanto. El lunes sin falta ya estaríamos juntos otra vez.

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